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Lecciones de un sonograma

“Deja la mano así. Esa es la toma. En ese ángulo es que la mano se ve bella. Fíjate que se pueden ver todos los huesitos, ligamentos y músculos.  Bella». Así describió la sonografista lo que estaba viendo en el monitor mientras me hacía un sonograma de ambas muñecas para determinar qué cambios, si alguno, ha habido a raíz de mi diagnóstico de artritis reumatoide.  

Y me lo decía con una sonrisa en la voz (no podía ver su boca bajo la mascarilla, pero los ojos y la voz delatan las sonrisas).  El problema era que donde ella veía aquella “belleza” de mano, yo veía una cosa extraña que más parecía un extraterrestre que una coyuntura. Fue fácil notar que esa muchacha siente pasión por lo que hace. Más de veinte años como sonografista y todavía se goza el estudiar una parte del cuerpo. Como la prueba era bastante larguita, tuvimos tiempo para hablar. Confieso que soy preguntona, gajes del oficio, y esa tendencia me lleva a veces a transformar encuentros casuales en conversaciones profundas.  

Hablamos del trauma de tener que trabajar durante el inicio de la pandemia y ya cuando la situación se puso difícil, tener que dejar de ver a su hija por semanas para evitar el contagio.  Eso la deprimió mucho. Hablamos de la relación con su ex esposo y como a veces era difícil. Hablamos de mi lesión de hombro y me dio varios consejos acerca de lo que ha aprendido de pacientes que han pasado por sus manos con ese tipo de lesión a través de los años. Hablamos mucho.  

Este encuentro me recordó lo importante que es crear conexiones y lo fácil que se hace cuando estamos presentes de mente y corazón al hablar con otros.  Es curioso cómo los seres humanos podemos ver colores tan diferentes en la misma imagen. De la misma forma que ella veía belleza en lo que para mí era una mancha sin sentido, tendemos a interpretarlo todo de acuerdo a nuestro cristal, y un cristal que muchas veces está bastante empañado. No hay nada malo con tener nuestro punto de vista, excepto cuando se convierte en un obstáculo para encontrar lo que nos puede unir, lo que nos puede llevar a apreciarnos. Podemos escoger enriquecernos unos a los otros a pesar de nuestras diferencias y buscar, aunque sea por un momento, ver la vida a través de esos otros ojos.     

Todos los días se nos presentan oportunidades para convertir encuentros casuales en momentos profundos con posibilidad de grandes lecciones. Eso, sin embargo, nunca va a ocurrir si continuamos caminando por la vida siempre distraídos, ya sea por el chachareo mental constante o por la tecnología que nos esclaviza. Al privarnos de esos momentos de “mindfulness”, de presencia mental, nos robamos la oportunidad de experimentar lo mejor de la vida.  Hagamos un esfuerzo para ver la belleza que otros ven. Y para los que se estén preguntando sobre mis muñecas, les dejo saber que los resultados del sonograma fueron super positivos.

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