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El coraje siempre está adentro

Quiero compartir con ustedes una historia de la tradición budista que ha sido repetida en múltiples ocasiones por grandes maestros de esta filosofía. 

“Un monje decidió meditar solo. Se alejó del monasterio y tomó un botecito que lo llevaría al mismo centro de un lago. Cerró sus ojos y comenzó a meditar.  Después de algunas horas meditando en silencio ininterrumpido, de repente sintió el jamaqueón de otro bote golpeando el suyo. Con sus ojos cerrados todavía, sintió cómo le subía el coraje, y abrió los ojos, listo para gritarle a la persona que se había atrevido a interrumpir de esa forma su meditación. Pero cuando abrió los ojos, se percató de que el bote estaba vacío, no lo habían atado, y flotaba solo en medio del lago.  

Fue entonces que el monje tuvo un momento de autorrealización y entendió que el coraje está dentro de él, necesitando un objeto externo que lo provocara.  

Después de ese día, cada vez que se encontraba con alguien que lo irritaba o le provocaba coraje, recordaba que esa otra persona es como un bote vacío y que el coraje estaba dentro de él.”

Todos sentimos coraje en algún momento, y en muchos casos está justificado, y es una emoción que siempre debemos reconocer y validar. El problema está ahí, en reconocer no solo la emoción, sino la fuente de la misma. Como bien dice ese texto maravilloso que se llama “Un Curso en Milagros”, “nunca tenemos coraje por la razón que creemos”, por la que parece más obvia, siempre hay otra detrás. Y esa que está detrás es la que debemos identificar.  

No estoy diciendo que no podemos ser asertivos y dejarle saber a ciertas personas el que tenemos coraje por cómo nos pueden estar haciendo sentir. Pero vamos a ser honestos, en la mayoría de los casos, como dice el refrán “la soga corta por lo más finito”. Terminan pagando justos por pecadores en lo que a nuestros corajes se refiere. Y en muchas ocasiones las víctimas inocentes son las personas más cercanas a nosotros, esas que más queremos, porque después de todo, “hay confianza”. 

Sí, hay personas y situaciones que nos van a generar coraje. Pero comenzamos a caminar el verdadero camino del autoconocimiento cuando podemos identificar que el coraje está dentro de nosotros y que esas circunstancias lo único que están haciendo es despertándolo.  Hay corajes que van y vienen, pero hay otros que se convierten en veneno, que sabemos que los tenemos por dentro, que nos están matando poco a poco.  En ocasiones son hasta subconscientes, ni cuenta nos damos que ese coraje está ahí. Y esos son los más peligrosos porque desde adentro están guiando nuestro comportamiento todos los días. 

El identificar y sanar corajes no solo nos va a ayudar a desarrollar relaciones interpersonales más saludables, sino que va a aportar grandemente a nuestra salud física. Existen múltiples estudios que apuntan hacia la relación entre el coraje no manejado y las condiciones cardiovasculares, la ansiedad, la depresión y hasta el cáncer.  Es hora de comenzar a sanar.  Es hora de darnos cuenta que ese bote allá afuera está vacío y que sería ridículo culparlo por algo de lo cual no es responsable. Obsérvate. Identifica esas fuentes recurrentes de coraje y pregúntate de dónde realmente vienen. Y si se te hace difícil hacerlo solo o sola, busca ayuda.  Estarás invirtiendo en una vida más plena, más saludable y más feliz.  

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