La muerte de un ser querido provoca un profundo dolor difícil de soportar, más aún si se trata de un hijo. Nidia Negrón es una madre que ya hace cuatro años, el 23 de enero de 2017, perdió a su hijo Julián. Ella lo recuerda como si fuera hoy mismo.
Sin embargo, ante situaciones así, a veces es posible transformar ese dolor en amor, convirtiendo las lágrimas en sonrisas. Así, Nidia decidió regalar vida: a través de la donación de órganos.
“Es un proceso doloroso, lo comparo con un trauma: que, si no te levantas y no buscas ayuda, es mortal. Lo primero que me viene a la mente es que conocí el amor más grande de mi vida y el dolor más profundo”, confesó Nidia a BeHealth.
El proceso de pérdida de su hijo fue duro, reconoció, a pesar de que ella ya llevaba trece años ya trabajando en LifeLink, “con un personal altamente capacitado, responsable, respetuoso, donde aprendí con ellos a manejar la vida y la muerte, ambas de la mano”.
Aprovechó también la ocasión para resaltar todo su agradecimiento a esta institución por toda la ayuda y por formar parte de su proceso.
“Conocía todo el proceso de la donación de órganos y tejidos y creía fielmente en ella. La donación de tejidos, no tanto, sin embargo, lo aprendí ahí, ya Dios me estaba preparando, y podía ver tantas personas con alguna condición: como dolor en sus cervicales, lumbar, para qué se utilizaban las válvulas del corazón, y yo veía esos trasplantes y la vida que daba a otros”, narró.
Para ella, estar trabajando en LifeLink le enseñó el valor de la vida, la donación y cómo damos vida a otros a través de esa decisión.
“Trabajar en LifeLink fue prepararme para un golpe duro, una historia mía y de todos los puertorriqueños. Vi cómo se salvaban vidas y cómo eso, en el proceso de duelo, nos ayudaba a amar a nuestros prójimos”.
Nidia decidió donar los órganos y tejidos de su hijo sabiendo que así su hijo podría vivir en otros y regalarles a ellos una oportunidad de vivir. “Cuando no tienes presente a tu ser querido, a través de la donación, tú lo puedes encontrar”, dijo.
Y aunque no conoce a las personas que pudieron seguir viviendo gracias a Julián, Nidia sabe que gracias a la donación son cincuenta y ocho los aloinjertos producidos, cincuenta y dos los tejidos trasplantados y ya son diecinueve las personas que se han comunicado con ella para agradecer por esa donación.
“Yo cierro los ojos y veo a quienes ayudó. A personas con condiciones de cervical, dolores severos, que no podían caminar, una señora de 60 años que tenía gangrena, y que su trasplante evitó amputarle la pierna”, precisó.
Nidia lo comprendió en ese entonces y lo reafirma: con la donación vas a dar vida, ayudar a todas aquellas personas que lo necesitan a que vivan y a que tengan una mayor calidad de vida.
Nidia recuerda a su hijo con mucho amor y confesó que extraña de él muchísimas cosas: “extraño su sonrisa, su alegría, nobleza e inteligencia, sus ganas de vivir la vida, sus besos y abrazos”
Ahora, Nidia agradece infinitamente todo el apoyo de su comunidad: amigos, familiares y, sobre todo, de LifeLink. Agradece también su regalo de vida: su nieta Paulina que, según nos contó, tiene la mirada, la sonrisa y la alegría de Julián.
“El apoyo de ese personal fue increíble, no lo olvido jamás, que, en un momento de tanto dolor, lleguen estas personas a darme la mano. Yo pasé por pasillos fríos en el instituto de Ciencia Forense, pero gracias a esas manos y a esas personas que estaban allí: mis compañeros de trabajo, me sentí apoyada y les agradezco toda la vida. Por eso a LifeLink les doy las gracias por todo lo que hace”.
Finalmente, Nidia compartió su mensaje a todas las personas sobre la donación;
“Que lo hablen ahora, que estudien el significado de la vida, que no le tengan miedo a la muerte. El que le tiene miedo a la muerte no está viviendo bien, vive, habla sobre qué pasará luego, porque sí hay vida después de muerte. Donar órganos y tejidos es el amor al prójimo más grande que he sentido; porque el amor es eso, dar sin esperar a cambio”, concluyó.