Hace unos días finalicé la venta del apartamento que tuve durante veinte años frente a una playa del hermoso pueblo de Rincón. Pensé que ese día, tan pronto llegara al carro después de firmar el documento, me iba a echar a llorar. Pero no fue así. Ha sido más bien una sensación agridulce. Por un lado, suelto algo que ya se había convertido en una carga económica y que no me estaba disfrutando. Por el otro, me separo de un espacio que me regaló tanto…
Todavía recuerdo el día que tomé la decisión de comprar la propiedad. Una agente de bienes raíces me mostró cuatro propiedades frente a playas en Rincón. Pero tan pronto vi esta, me enamoré de ella. Mi plan era solamente estudiar el mercado en el área por si “algún día” podía comprar. Pero en ese momento me dije, “¿por qué no ahora?” Tenía un dinero ahorrado que podría servirme para el pronto. Y tan pronto comencé a considerarlo seriamente, comenzaron también las voces de duda en mi cabecita. “Solo la gente con mucho dinero tiene apartamentos de playa.” “Debes guardar lo que tienes para una emergencia.” “¿Y si bajan tus ingresos y no lo puedes pagar?”
Y de repente se me ocurrió la idea de pedir una “señal del Universo” que me guiara en mi decisión. En ese momento estábamos en febrero, mes que cae dentro de la temporada de avistamiento de ballenas en las aguas del oeste y noroeste de Puerto Rico. Así que me dije mentalmente: “Si desde el balcón del apartamento veo una ballena, esa será la señal de que debo comprar.” Y obviamente lo hice con la intención de boicotearme porque sabía que las probabilidades de que apareciera una ballena eran mínimas. Pero apareció. Estaba lejos, pero se vio clarita desde el balcón. Y compré el apartamento. En todos los años que lo tuve solo volví a ver una ballena desde el balcón en una ocasión.
Ese lugar siempre será especial para mí. En esa playa, cuya arena se llevó el huracán María, he visto crecer a mis sobrinos. Recuerdo a mis papás disfrutando y las fiestas que hacíamos con los vecinos de otros condominios quienes se convirtieron en una familia extendida. Hoy puedo decir que tengo una comunidad hermosa de amistades en Rincón que siempre me han abierto sus puertas cuando mi apartamento estaba alquilado, y ahora que ya no lo tengo. Así que seguiré yendo, y continuarán siendo parte importante de mi vida.
Como todos, he sufrido muchas pérdidas, algunas como resultado de decisiones conscientes, otras inesperadas. Pienso que este proceso de desapego es un ensayo para nuevas pérdidas que inevitablemente sufriré. Porque así es la vida, un constante fluir de pérdidas y de ganancias. Por eso es tan importante para mí procurar disfrutarme el momento, las experiencias y las personas que me rodean con la mayor presencia mental y alegría posible. Porque sé que nada es para siempre. Pero, como me dijo una de mis hermanas cuando la llamé a decirle que ya el apartamento estaba vendido: “mejores cosas vendrán.”
La propiedad la vendí con todo lo que tenía adentro, incluyendo una pared cubierta de cuadritos de madera con mensajes inspiracionales. Uno de ellos, el que coloqué en el centro de la pared dice “She believed she could so she did” (Ella creyó que podía así que lo hizo). Hoy tengo uno igual en mi casa, y siempre que lo veo me acuerdo de ese espacio mágico en Rincón que me hizo una vez tan feliz. Pero también veo lo que me falta por lograr, eso que todavía me queda por vivir, disfrutar, y también soltar. Y sé que voy a estar bien.