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Lecciones de un viaje a Egipto 

Escribo estas líneas navegando por el Río Nilo entre las ciudades de Aswan y Luxor.  Wow… Jamás pensé que iba a comenzar una columna con estas palabras. O tal vez sí lo pensé. Después de todo, es así, con una idea, que damos el primer paso hacia la realización de un sueño.  

Viajar a Egipto, estar frente a la pirámide de Guiza, la Esfinge, y visitar las tumbas del “Valle de los Reyes” en Luxor ha sido un sueño durante muchos años, y por fin lo logré.  No hay nada, foto, vídeo, o descripción oral, que pueda reflejar la realidad de las maravillas que uno encuentra en viajes como éste, y lo que aprendes en el proceso. Y no son solamente las lecciones sobre historia, cultura y costumbres, sino las que uno aprende sobre uno mismo.  

Creo que la primera lección para mí fue viajar con un grupo de personas que no conocía. He viajado sola en muchas ocasiones, pero siempre a tomar cursos y certificaciones, o a actividades budistas. Pero esta fue la primera vez que viaje sola a turistear.

Me uní a una excursión a través de una agencia que organiza viajes a todas partes del mundo, saliendo desde Nueva York en vuelo directo a Egipto. El grupo era de veintiocho personas, solo dos viajábamos solos, los demás todos en pareja. Gente de todas partes de Estados Unidos y todos divinos. Hubo un matrimonio que me adoptó y yo a ellos. Nos cuidábamos y estábamos pendientes unos de los otros. Pero eso fue después de irnos conociendo, por supuesto. 

Lily en Egipto.

Por eso no les puedo negar que ese primer día de viaje, cuando en realidad todavía no conocía a nadie, me golpeó un sentido de soledad que hacía mucho tiempo no sentía. Íbamos llegando en el autobús a Guiza, y de repente, a lo lejos, pude divisar la punta de la Gran Pirámide. Se me aguaron los ojos, y en ese momento hubiese dado cualquier cosa por tener a alguien a mi lado a quien poder apretar la mano y decir “¡Estamos aquí frente a la única de las 7 maravillas del mundo antiguo todavía en pie!”. 

Y no estoy hablando de una pareja, sino más bien de alguien significativo con quien compartir ese momento tan especial. Les tengo que confesar que me sorprendió el sentirme así, pero fue una sensación que no duró mucho porque al rato ya estaba compartiendo con el grupo y viviendo en colectivo aquella emoción tan grande.  

Por otra parte, el choque cultural con el islam puede ser fuerte, pero el viajero espiritual aprende a no juzgar, a preguntar lo que no conoce, y a aceptar lo que no entiende. A diferencia de otros países musulmanes, en Egipto el gobierno no rige cómo debe vestirse una mujer, pero la gran mayoría de ellas escogen llevar la cabeza cubierta con una bufanda. Muchas se cubren también el cuerpo entero y una minoría, utiliza la “nicab”, tocado que solo permite que se vean los ojos. Aun cuando legalmente nadie las obliga, la presión religiosa y cultural es enorme.

Encontrarte de frente con una mujer cubierta completamente mientras el esposo está vestido moderno y sin ningún tipo de limitaciones, puede ser chocante. Por eso, es importante leer y aprender acerca de las culturas que uno va a visitar. De esa forma podemos anticipar con aquello que nos vamos a encontrar, fluir con aquello que se nos hace difícil digerir, y responder desde la compasión en vez de desde el coraje.  

Pero más allá de los extremos, siempre es hermoso ver el compromiso espiritual de los musulmanes con los pilares de su religión, siendo uno de ellos la oración. Cinco veces al día, no importa donde estés en Egipto, escuchas el llamado a la oración desde las mezquitas. Ya lo había escuchado antes en mezquitas en la India, pero en esta ocasión era más fuerte, y por alguna razón, es un sonido que me mueve internamente. En esos cinco momentos del día, los varones cuyos trabajos se lo permiten, detienen todo para orar mirando el la dirección de la Meca, la ciudad sagrada del islam. Es su momento de conexión espiritual con su fuente, o “Allah”, su dios.

Ojalá nosotros pudiésemos programar cinco veces al día poder “conectarnos” con nuestra fuente espiritual, la que sea, o por lo menos separar ese espacio para cultivar el “mindfulness” o la “conciencia del momento presente”.  

Hay tanto que me queda por aprender todavía y tantos países y culturas que quiero visitar.  Pero por el momento, me regocijo en lo vivido y sigo soñando.  As-Salaam-Aleikum….que la paz esté contigo. 

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