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La obesidad podría interferir en la adecuada producción de leche materna

Si bien la Organización Mundial de la Salud recomienda la lactancia materna de forma exclusiva durante los primeros seis meses de vida de los bebés para garantizar su adecuado crecimiento y desarrollo, algunas investigaciones señalan que en promedio 8 de cada 10 madres amamantan a sus recién nacidos durante un período breve.

Del mismo modo, los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC) recomiendan amamantar exclusivamente durante los primeros seis meses del bebé y destacan que solo el 25% de las madres lo hacen, citando como obstáculos las presiones laborales y la falta de apoyo social. Sin embargo, los resultados de estudios como este permiten evidenciar otros factores que podrían dificultar una lactancia exitosa.

La lactancia materna no sólo proporciona los nutrientes que los bebés requieren sino que además han demostrado que pueden ayudar a proteger a los niños frente a ciertas enfermedades.

Un estudio publicado en el Journal of Nutrition evidenció cómo pese a las recomendaciones y a los beneficios de la lactancia, esta no se está ofreciendo de forma efectiva y destacaron algunas de las causas que interfieren.

En un importante hallazgo, los investigadores descubrieron que, en muchos casos, la producción de leche disminuye y uno de los factores de riesgo para que esto ocurra es la obesidad, que puede generar problemas de inflamación que afectan la adecuada producción de leche.

A su vez, el portal IntraMed señaló: “las madres lactantes con obesidad tienen un mayor riesgo de resultados deficientes en la lactancia. La resistencia a la insulina y otros marcadores de una salud metabólica más deficiente están asociados con un retraso en la lactogénesis y una baja producción de leche”.

Estudios han demostrado que las personas con obesidad presentan marcadores de inflamación crónica que comienza en la grasa y se propaga a los órganos y sistemas de todo el cuerpo, afectando su adecuado funcionamiento.

De acuerdo con los especialistas, la inflamación puede interrumpir la absorción de ácidos grasos de la sangre a los tejidos del cuerpo y estos ácidos grasos resultan ser los componentes básicos de las grasas necesarias para la adecuada alimentación de un bebé en crecimiento.

La hipótesis se alcanzó luego de que los investigadores analizaran la sangre y la leche materna con pruebas recopiladas entre el Hospital Infantil y la Universidad de Cincinnati.

«La ciencia ha demostrado repetidamente que existe una fuerte conexión entre los ácidos grasos que comes y los ácidos grasos en tu sangre», explicó Rachel Walker, becaria postdoctoral en ciencias de la nutrición en la Universidad de Cincinnati. y autora principal de la investigación.

De esa manera, las personas con una ingesta regular de grasas buenas como salmón, encontrarán más omega-3 en su sangre. Mientras que quienes consumen de manera regular ciertos tipos de comidas rápidas como hamburguesas encontrarán mayores niveles de grasas saturadas en su sangre.

La Dra. Walker destacó que el estudio en el que participa es uno de los primeros en examinar si los ácidos grasos en la sangre también se encuentran en la leche materna.

«Para las mujeres que amamantan exclusivamente, la correlación fue muy alta; la mayoría de los ácidos grasos que aparecían en la sangre también estaban presentes en la leche materna», aseveró en un comunicado de prensa de la Universidad de Cincinnati.

Por el contrario, las mujeres con inflamación crónica que luchaban por producir suficiente leche, ese vínculo casi había desaparecido, pese a que se realizaban extracciones constantes, lo que se considera la forma más efectiva para producir suficiente leche.

Así, se evidenció que, “los ácidos grasos no pueden entrar en la glándula mamaria de las mujeres con inflamación crónica», sostuvo.

Datos de la investigación

El equipo de investigadores dirigidos por la Dra. Walker reclutaron a 23 madres que tenían muy poca leche a pesar de los esfuerzos para estimular la producción con el vaciado frecuente; 20 de ellas, tenían una producción moderada de leche; y otras 18 que amamantaron exclusivamente y servían como base de control para el estudio.

En comparación con las otras madres, las que tenían muy poca leche tenían tasas de obesidad y marcadores biológicos de inflamación sistémica más elevados.

Pese a que los ácidos grasos de la leche y la sangre estaban fuertemente vinculados en el grupo de control (18 mujeres), no ocurría lo mismo en los grupos con una producción de leche moderada o muy baja.

La coautora del estudio, Alison Gernand, profesora asociada de ciencias nutricionales en Penn State y mentora posdoctoral de Walker destacó los beneficios de la lactancia en cuanto a la reducción de enfermedades tanto para la madre como para el bebé y destacó investigaciones como esta, ya que permiten ofrecer tratamientos o intervenir tempranamente para que las madres que desean lactar logren hacerlo.

Fuente: Web MD e IntraMed

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