La Organización Mundial de la Salud (OMS) siempre ha alertado que una vida sin ejercitarse conduce a más enfermedades. De hecho adelantó que para el 2030 cerca de 500 millones de personas desarrollarán enfermedades cardiacas, obesidad y diabetes.
La recomendación de la entidad y que han acogido algunos gobiernos comprometidos con mejorar la salud de su pueblo son aumentar la actividad física. El problema de la iniciativa es que el progreso a adoptar políticas salubristas es muy lento. Algunas compañías privadas están separando espacio en sus lugares de trabajo para colocar máquinas para ejercitarse como bicicletas y trotadoras. En Puerto Rico esa iniciativa ha sido acogida en bancos y centros de trabajo donde se liberan las ideas y existe una actitud positiva para mantener la salud en el primer lugar. No cabe duda que un empleado sano y ejercitado libera endorfinas lo cual genera una mejor actitud hacia el trabajo.
Se necesitan de forma urgente políticas públicas para aumentar la actividad física con el objetivo de prevenir enfermedades y reducir la carga en los hospitales. Durante la pandemia hubo un aumento de compras de programas de ejercicio en línea pero,¿cuántos compradores han continuado con el entrenamiento en su hogar?
Un estudio de la Facultad de Medicina de la Wake Forest University dio a conocer que aunque el ejercicio no previene el deterioro cognitivo en pacientes con deterioro cognitivo leve, puede preservar la cognición. Ese hallazgo es muy positivo para los pacientes con alzhéimer.
Los estudios demuestran que las personas que son físicamente activas son menos propensas a presentar un deterioro de la función mental y tienen un menor riesgo de desarrollar la enfermedad de Alzheimer. Además, ayuda a combatir otros factores de riesgo de la enfermedad como la depresión y la obesidad. La recomendación es hacer de 20 a 60 minutos de ejercicio de dos a tres veces a la semana. Si lo hace podría conservar la capacidad de pensamiento, razonamiento y aprendizaje.
Mejorar la memoria, el razonamiento, el juicio y la capacidad de pensamiento (función cognitiva) en el caso de las personas con una enfermedad de Alzheimer leve o con un deterioro cognitivo leve. Retrasa el inicio de la enfermedad de Alzheimer en las personas en riesgo de desarrollar la enfermedad.