Hablando recientemente con una amiga, ella me contaba como sus amistades se pasan cucándola, diciéndole cosas que saben que la van a molestar y sacar por el techo. “Lo hacen a propósito,” me dijo. “Ellos saben qué decirme para que yo me moleste”. “¿Y por qué no intentas ignorarlos y no responder?”, le comenté. “Si tú no te molestas, estoy segura que van a dejar de hacerlo”. “Tal vez”, me respondió. “Pero es que yo soy así y a mi edad no creo que pueda cambiar.”
Como ella y yo somos contemporáneas, me sorprendió su respuesta. Yo soy de las que piensa que nunca es tarde para cambiar si ese cambio va a aportar a nuestra calidad de vida. He conocido muchas personas que han cambiado, a veces tarde en sus vidas, pero lo han hecho y para bien. Hace muchos años escuché a uno de mis maestros espirituales, el monje budista Sogyal Rinpoché, afirmar que “Si hay algo en ti que te hace sufrir, lo puedes transformar porque no vino contigo de nacimiento. Lo aprendiste o recogiste en el camino”. En otras palabras, de la misma forma en que lo recogiste, lo puedes soltar.
Claro, para poder transformar una característica negativa en nosotros, primero tenemos que reconocer que la tenemos, y segundo, entender que cambiar va a ser sinónimo de mayor felicidad y bienestar. Sin esos dos pasos es muy difícil crecer emocional o espiritualmente. Y ese primer paso incluye tomar responsabilidad por nuestros pensamientos y emociones, en vez de estar echándole la culpa a otros por lo que hacen o cómo nos hacen reaccionar. No es secreto para nadie que si interpretamos lo que nos dicen o lo que nos ocurre, de forma diferente, vamos a reaccionar de forma diferente.
El que mi amiga pierda su centro cuando sus amistades le hacen bromas o la molestan, tiene más que ver con lo que esas bromas significan para ella que otra cosa. Si lo toma como algo personal, como un ataque, es natural que responda a la defensiva y explote con ellos. Pero si escoge verlo como actos sin mala intención con el solo propósito de conectarse con ella a través del “humor” (aunque no sea el humor más saludable), va a desarrollar la capacidad de ignorarlos y seguir su camino como si nada.
Pero cambiar esa interpretación conlleva autoconocimiento: entender porque estamos interpretando las circunstancias de la forma que lo hacemos; reconocer si se ha convertido en una costumbre y estamos respondiendo automáticamente; y analizar a nivel emocional qué significa para nosotros eso que estamos sintiendo. Y ese autoconocimiento es el producto de observar y escuchar a nuestras mentes en total honestidad y sin juicio. Reconozco que no siempre es fácil admitir que necesitamos cambiar algo en nuestra personalidad. Muchas veces no hacemos los cambios hasta que algo grave ocurre en nuestras vidas que nos obliga a hacerlo: perdemos relaciones u oportunidades significativas; nuestros comportamientos comienzan a afectar nuestra salud; o nos sentimos molestos e infelices constantemente.
¿Por qué esperar a una bofetada cósmica del Universo para comenzar a cambiar cuando podemos hacerlo voluntariamente con mucho menos sufrimiento? Es lógico que cuando los cambios vienen orgánicos, cuando salen de adentro y no obligados por circunstancias externas, el proceso va a ser más natural y fluido. Una vez nos hemos dado cuenta de que hay algo que sí debemos cambiar porque hacerlo nos haría más felices, lo ideal sería comenzar por un paso de bebé, algo sencillo.
Si esa característica, por ejemplo, tiene que ver con soltar el control, porque esa tendencia te está robando tu paz, comienza por algo pequeño que puedes dejar que otros hagan por ti, algo que puedas delegar, o sencillamente desconectarte del resultado. Siempre hay algo con lo cual podemos comenzar.
Si tu problema es que eres demasiado impaciente con los demás, pregúntate de dónde viene esa impaciencia. ¿Estás creándote expectativas irreales del comportamiento de otros, tal vez juzgándolos como te juzgarías a ti?
Si tu problema es que sobre reaccionas a las cosas y el coraje se te sube ante la menor provocación, respira, detente y pregúntate de dónde está saliendo este coraje. Muchas veces es producto de un sentido de impotencia ante algo que nada tiene que ver con lo que te está ocurriendo en ese momento.
Sí, es posible cambiar a cualquier edad aquello que nos roba felicidad. Pero necesitamos vivir en presencia mental, observando nuestra mente y como está interpretando la vida. El hacerlo nos lleva a retomar el poder, quitándole a lo externo el control de muchos aspectos de nuestras vidas. Inténtalo y recuerda que solo cambian los que quieren hacerlo.