Sí, jugué con Barbies, y no me da vergüenza decirlo. Y hago esta aclaración porque a raíz del furor de la película, y los ataques a la pobre muñeca, conozco algunas que han preferido sellar sus labios y negar que en algún momento la muñequita fue parte de sus vidas. Si eres una de esas, cuidado, porque la presión de grupo y lo que otros piensen sigue influenciando tu concepto de ti misma y limitándote emocionalmente. Pero de eso hablamos más adelante en la columna. Vamos a regresar a Barbie.
Cuando uno se cría con cuatro hermanas, tres de ellas bien cercanas en edad, en un hogar con limitaciones económicas, es inevitable que se van a compartir juguetes. Así que, aunque cada una tenía su muñeca, o más de una si podías ahorrar para comprártela, compartíamos la casa y el carro de Barbie. Jugaba con mis hermanas, con mi prima y con mis amigas. Las Barbies fueron, en muchos casos, nuestro idioma común. Y ninguna de nosotras pensó en algún momento “cuando yo sea grande voy a tener el cuerpo y el pelo de Barbie”. Ninguna quería ser una Barbie por su aspecto físico. Queríamos, o por lo menos yo, ser Barbie por todo lo que la muñeca representaba: el potencial de convertirse en azafata o astronauta; en médico o bailarina. No había límites para Barbie.
En mi caso, tan pronto comencé a tomar clases de costura, a los nueve o diez años, lo primero que hice fue coserle ropita a mi Barbie. Mi talento como diseñadora de modas ha sido siempre bastante limitado, pero yo juraba que me estaba botando. Inclusive, en una ocasión, para un proyecto de la clase de historia, creo que para quinto o sexto grado, vestí a mi Barbie de Isabel Primera, a la usanza del siglo 16, con un vestido que yo misma le cosí. Sí, el mundo de las Barbies fue significativo para mí y por eso es que cuando comenzó la promoción de la película y las redes sociales se llenaron de comentarios negativos hacia la muñeca, me pareció chocante, especialmente de personas que ni siquiera habían visto la película.
Y ahora vamos a eso. Hacía tiempo que no me reía tanto en el cine. Sin darles mucho detalle, la película es no solo una sátira genial de la Barbie, su mundo, y Mattel, la compañía que la creó, sino una reivindicación de la figura de una muñeca que, nos guste o no, hizo historia. ¿Qué el mercadeo de la película ha sido una sobredosis mega empalagosa de rosita? Sí. Pero el cine lleva años perdiendo adeptos ante la popularidad del “streaming” y hay que buscar la forma de crear el furor. ¿Qué no es para niños, o más bien, “niñas”? No estoy de acuerdo. Es una película visualmente hermosa que estoy segura que las niñas amantes de las Barbies se pueden disfrutar, pero lo cierto es que no van a entender la mitad de los asuntos que se plantean en el guion. El monólogo de América Ferrara en su personaje de Gloria es una joya en su descripción de lo que se exige y lo que nos exigimos nosotras las mujeres hoy en día. Tal vez le haga sentido a una pre adolescente (tween) pero no creo que una niña pequeña, y menos un varón.
Claro, en la película los roles de hombres y mujeres se llevan a los extremos, tanto en el perfecto mundo de Barbie como en el llamado “mundo real”. Y el personaje de Ken, que les puedo decir, Ken es Ken, casi un accesorio de Barbie. Pero en el mundo rosita de “Barbieland” todos se quieren y se aceptan. No hay críticas, ni “tiraeras”. Y no les puedo negar que a veces quisiera que mi mundo fuera así. Digo, me parece maravilloso que nos manifestemos sin herir, demos opiniones basadas en análisis reales, y discutamos inteligentemente nuestras diferencias. Pero ¿es eso lo que está ocurriendo?
No creo. Yo no soy fanática de la música de Bad Bunny, pero antes de criticarlo, me senté y escuché su música. Y tengo que confesar que hay par de canciones que me gustan. Recuerdo cuando comenzaron las películas de Harry Potter y hubo grandes críticas de parte de la iglesia católica y otras denominaciones cristianas porque era una película de “brujería”. Yo había leído los libros desde mucho antes que salieran las películas y soy una fanática entregada de la serie. Una historia hermosa sobre la lucha del bien y el mal y de la “magia” de la amistad.
Es posible que nunca jugaras con Barbie por la razón que sea. Es posible que vayas a ver la película y no te guste, también por la razón que sea. Pero paremos de criticar a Barbie o lo que sea, sin basar nuestras opiniones en experiencia y conocimiento de primera mano. Cuando no lo hacemos no solo les estamos faltando el respeto a otros, sino también a nosotros mismos.