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El camino de Olga González hacia el diagnóstico de la artritis reumatoide

Olga González a sus treinta y seis años era una mujer sin aparentes dificultades de salud, cuidaba su estado físico y practicaba deportes como el levantamiento de pesas. Sin embargo, algo comenzó a cambiar gradualmente en su cuerpo, manifestándose en síntomas relacionados con la artritis reumatoide.

A raíz de esto, su pasión por el ejercicio se vio frustrado pues “llegó un momento en el que tuve que dejarlo, ya que no podía continuar debido a mi condición”.

“Ni siquiera podía realizar ejercicios sin pesas, tuve que dejar de hacer ejercicio por completo debido al intenso dolor que experimentaba. Era abrumador, llegaba al trabajo llorando. Durante esos tres años, me realizaron diversos exámenes de laboratorio, pero no arrojaban resultados concluyentes”, contó.

Durante tres largos años, emprendió un viaje incierto visitando varios médicos en busca de respuestas. A pesar de su compromiso con ejercicios y pesas, el dolor se volvió tan abrumador que se vio obligada a abandonar sus amadas actividades físicas.

Fue entonces cuando decidió hablar con un médico que era cliente en el banco donde trabajaba. Le explicó sus síntomas y le pidió ayuda para encontrar un reumatólogo que pudiera atender su caso. «Recordé que anteriormente había tenido una experiencia relacionada con fiebre reumática, por lo que estaba buscando respuestas en esa dirección”, compartió.

Recordando una experiencia previa con fiebre reumática, Olga comenzó a buscar respuestas en esa dirección. Investiga y lee sobre el tema, conectando los puntos entre la fiebre reumática y la artritis reumatoide. Su búsqueda la llevó finalmente a una reumatóloga que, mediante pruebas específicas de manos y articulaciones, ofreció el tan ansiado diagnóstico. Fue un proceso largo y desafiante, pero finalmente, Olga tenía respuestas sobre su condición.

Con el factor reumatoideo cero negativo, Olga se enfrentó a la realidad de que la artritis reumatoide no siempre se manifiesta de la misma manera en todos los pacientes. Aunque sus pruebas no mostraban la presencia del marcador comúnmente asociado, ella entendió que la ausencia de este no excluía por completo la posibilidad de tener la enfermedad.

A lo largo de su travesía, Olga experimentó con varios medicamentos, incluyendo los biológicos. Sin embargo, la pandemia de COVID-19 trajo consigo una nueva complicación: contrajo la enfermedad y, tras recuperarse, su medicación dejó de ser efectiva. Actualmente, se encuentra sin ningún tipo de tratamiento, pero se ha embarcado en la tarea de mantener una dieta saludable como parte de su enfoque para el manejo de la artritis reumatoide.

“En la actualidad, me encuentro sin ningún tipo de medicamento, pero estoy enfocada en mantener una dieta saludable como parte de mi enfoque para el manejo de la artritis reumatoide”.

Para Olga, entender su cuerpo en su máxima expresión se ha convertido en una herramienta poderosa. Reconoce la importancia de comunicar de manera precisa el dolor a los profesionales de la salud, ya que, a menudo, los pacientes se adaptan al dolor y minimizan su impacto durante las consultas médicas. Su conocimiento detallado le ha permitido hacer cambios significativos en su vida, tanto física como emocionalmente.

“Es importante entender qué nos duele, dónde duele, cómo duele y en qué grado es esencial para nuestro bienestar. En muchas ocasiones, como pacientes, nos adaptamos al dolor. Puede suceder que, cuando el médico realiza pruebas o nos examina, respondamos que no nos duele, aunque en realidad sí lo haga. A veces, es cuestión de la intensidad del dolor y de cómo nos afecta en ese momento específico”. 

Según Olga, la búsqueda de conocimiento y apoyo es esencial en el camino hacia la recuperación. La atención multidisciplinaria, con la participación de profesionales de la salud en diversas áreas, se presenta como fundamental para abordar las complejas dimensiones de la artritis reumatoide y sus efectos en la vida cotidiana. En su historia, Olga destaca la importancia de ser consciente de la propia condición y colaborar activamente con los profesionales de la salud para recibir el tratamiento más adecuado. Su relato es un testimonio de resiliencia, aprendizaje y la búsqueda constante de una vida plena a pesar de los desafíos de la artritis reumatoide.

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