En medio del dolor, pueden surgir historias que trascienden la pérdida y abrazan el poder de la generosidad. Gerard José Otero Costas, es un joven recordado no solo por su vida, sino por el inmenso regalo que dejó a través de la donación de órganos, como una huella imborrable. Su madre, Awilda Costas, compartió con nosotros la travesía emocional que llevó a su familia a tomar la decisión de sembrar vida en medio de la tragedia.
«Estando en el hospital, enfrentando la difícil situación con mi hijo, un representante de LifeLink se acercó a nosotros y nos presentó la maravillosa oportunidad de donar los órganos de nuestro hijo», momento que marcó el inicio de un camino inesperado, donde la adversidad se conviertió en una oportunidad para dar vida a otros.
La decisión de regalar vida
Después de este encuentro crucial, la familia Otero Costas se enfrentó a una decisión que cambiaría vidas. «Decidimos preguntarnos qué hubiera querido Gerard. La respuesta fue clara: él hubiera dicho inmediatamente que sí. Estuvimos completamente de acuerdo», compartió Awilda.
«En el difícil contexto de la pérdida de nuestro hijo, un proceso doloroso, descubrir que alguien en el mundo tenía una parte de él fue algo maravilloso». Esta dualidad de emociones, una mezcla de tristeza y alegría, destaca Awilda, es la donación de órganos. La experiencia, aunque no consoladora por completo, brindó un alivio invaluable a la familia Otero Costas.
Esta experiencia también actuó como catalizador para el compromiso voluntario. «Saber que nuestro hijo hubiera querido compartir lo que tenía, incluso después de su partida, nos inspiró». La familia se sumergió entonces en el voluntariado con LifeLink, decidida a honrar la memoria de Gerard y difundir la importancia de la donación de órganos.
La vida de Gerard estaba impregnada de valores, siendo el amor a la familia su columna vertebral. «Como deportista, era conocido por muchas personas en nuestra comunidad», recordó Awilda.
«Gerard era un joven universitario que compartía todo lo que tenía, incluso después de su muerte» y su legado encuentra su expresión más significativa en el mensaje que dejó a través de la donación de órganos. La familia Otero Costas ha experimentado un impacto profundo, ayudándoles a manejar la pérdida de una manera única.
«Estábamos sufriendo y enfrentando una situación difícil en el hospital mientras, en paralelo, otra persona recibía una llamada que le llenó de alegría», fueron las palabras de Awilda encapsulan la dualidad de la experiencia: la tristeza personal contrastada con la alegría que la donación de órganos brindó a otra familia.
«Gracias a mi hijo, gracias a la decisión que tomamos como familia al hacer el desprendimiento, hemos experimentado un paso significativo que nos ha traído alivio». reflexionó Awilda sobre el regalo profundo que han ofrecido, un regalo que solo la divinidad puede igualar: el regalo de la vida. Un regalo que ha permitido la oportunidad de brindar este regalo y encontrar consuelo en la creencia de que el legado de Gerard persiste a través de aquellos a quienes ha tocado.
La historia de Gerard José Otero Costas es un recordatorio conmovedor de que incluso en la oscuridad del dolor, la luz de la generosidad puede brillar intensamente. A través de la donación de órganos, la familia Otero Costas ha transformado la tragedia en un acto hermoso de amor y esperanza, sembrando vida donde antes solo había dolor. El legado de Gerard vive en cada latido de aquellos a quienes su regalo ha tocado, un testimonio perdurable de la capacidad humana para convertir la pérdida en un legado duradero de vida y amor.
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