En noviembre pasado pinté la casa por dentro y decidí mover la energía de mi hogar regalando y botando muebles, y cambiando cuadros y decoraciones de lugar. Todavía estoy en el proceso de colgar cuadros, pero les confieso que mi espacio se siente distinto, más liviano, más abierto y más yo.
Decidí dedicar una pared en la entrada de la casa a mis viajes, los más significativos que he hecho hasta el momento. Estoy incluyendo fotos y máscaras (las he coleccionado por años), de algunos de esos lugares especiales que he visitado. Buscar las fotos en los álbumes ha sido como viajar en una cápsula del tiempo a momentos maravillosos.
Me percaté que he visitado cuatro de las siete maravillas del mundo: Machu Picchu en Perú, el Taj Mahal en India, el Coliseo en Roma y, la más reciente, la Gran Pirámide de Giza en Egipto. Ya llegaré a algunas de las otras. He viajado dos veces a la India. En la segunda ocasión me afeité allá la cabeza como parte de un proceso de renovación física y emocional luego de mi divorcio. Fue un peregrinaje en el cual crecí mucho espiritualmente pero también me reí tanto con ese grupo espectacular de compañeros del centro budista Ganden Shedrub Ling al cual pertenezco.
Otro viaje que nunca olvidaré fue el que hice con mis padres y mi ex esposo a Europa en crucero. Papi y mami nunca habían ido a Europa, así que ahorré para invitarlos y vivir esa experiencia con ellos. Pasear con ellos en góndola en Venecia; pasar el susto de verlos montados juntos en una motora en Santorini; y haber tenido la oportunidad de ver a mi madre respirar el Vaticano y la Capilla Sixtina, fueron momentos que todavía hoy, casi veinte años más tarde, hacen que me emocione al recordarlos.
Claro, tenemos que admitir que viajar antes era más fácil. Ahora es un acto de valentía en muchos sentidos, especialmente después de la pandemia. El salir a tiempo es un milagro. Si llega el avión a veces no hay pilotos ni asistentes de vuelos, y cuando hay tripulación, no llega el avión. Mi viaje más reciente fue, como todos los años, a Tampa, a pasar la Navidad allá con dos de mis hermanas y sus familias. El año pasado, después de posponerse el vuelo cinco horas, terminaron cancelándolo hasta el otro día y yo terminé durmiendo en el aeropuerto de Isla Verde para poder salir al día siguiente a las cinco de la mañana.
Este año, para mi sorpresa, el avión estaba allí ya desde dos horas antes. Y abordamos a tiempo. Pero cuando estábamos ya adentro nos dicen que se dañó una pieza del aire acondicionado y tardarían como veinte minutos en arreglarla. “Ok”, pensé “Son solo veinte minutos”. Todo el mundo respiró cuando comenzamos a sentir el friito saliendo del aire. Y fue ahí que nos soltaron la bomba. El piloto nos informó que mientras arreglaban el aire alguien se había percatado de que el avión tenía una goma vacía, y que tendríamos que salir todos de la nave, con nuestros equipajes de mano, para que pudiesen cambiar la goma. Inhalé y exhalé.
Ya llevaba como cuatro horas en el aeropuerto y la espera fue como de hora y media más. Un grupito de nosotros ya nos habíamos hecho panas. Y todos teníamos que escuchar cada veinte minutos más o menos el nuevo mensaje que te da la bienvenida al Aeropuerto Luis Muñoz Marín. Es la voz de Dayanara Torres y dice más o menos así: “Bienvenidos al Aeropuerto Internacional Luis Muñoz Marín. Soy Dayanara Torres, Miss Universo 1993 y embajadora del Aeropuerto Internacional Luis Muñoz Marín…” Y por ahí sigue hablando de las maravillas de Puerto Rico. Ah…y después se repite en inglés. Dayanara tiene una voz hermosa, pero después que la has escuchado cincuenta veces en una noche como que uno va perdiendo la paciencia. En una de esas no pude controlarme y dije en voz alta “Si Dayanara vuelve a darme la bienvenida me va a dar algo”. Y todos se rieron porque estoy segura de que estaban pensando lo mismo y nadie se atrevía a decirlo.
La cosa es que el vuelo salió con casi cuatro horas de retraso, pero llegamos a Tampa y, por supuesto, todos los boricuas aplaudimos al aterrizar. Lo pasé divino allá con mi familia, aunque me tomó como dos días borrarme de la mente la voz de Dayanara. Estoy loca por encontrármela para contarle. Y aún a pesar de todo…seguiré viajando.