Después de los 60 años, mantenerse activo se convierte en una piedra angular para preservar la salud cardiovascular. Es el mensaje que resuena en las palabras del Dr. Jorge González, un experto que destaca la importancia vital de este hábito para el bienestar a medida que avanzamos en edad.
En su análisis, el Dr. González pone de relieve los riesgos cardiovasculares que aumentan con la edad. Advierte sobre la posibilidad de factores de riesgo aún desconocidos que podrían sorprendernos, incluso cuando nos cuidamos diligentemente. Los niveles elevados de colesterol, la hipertensión y la obesidad son identificados como factores de riesgo críticos, especialmente después de los 60 años.
El peso corporal, en particular, adquiere una relevancia aún mayor con la edad. El sobrepeso y la obesidad escalan el riesgo de eventos cardio y cerebrovasculares, advierte el doctor. Además, señala una condición poco reconocida pero alarmante: la apnea del sueño. Esta afectación, común en aquellos que roncan y experimentan somnolencia diurna, puede convertirse en un factor perjudicial para la salud cardiovascular a largo plazo.
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El Dr. González también enfatiza el peligro de la vida sedentaria. Para muchos, el hábito de pasar largas horas sentados, especialmente frente a la televisión, es tan perjudicial como cualquier otro factor de riesgo. Destaca que la falta de actividad física, en conjunto con otros elementos de riesgo, puede desencadenar complicaciones graves para el corazón.
En resumen, el mensaje es claro: después de los 60 años, mantenerse activo es fundamental para proteger la salud cardiovascular.
“En los varones sobre los 50 años y las mujeres sobre los 55 años la edad se considera un factor de riesgo. Hay un debate acerca de la presión, muchas personas tienen en sus hogares las maquinitas electrónicas para medir la presión y hay veces que se vuelven algo compulsivo. Por eso recomiendo que debe ser con una frecuencia una vez a la semana, usualmente recomiendo 9:00 am, 12:00 pm y 9:00 pm”, aseguró el médico.
Las fluctuaciones en nuestras neurohormonas pueden llevar a variaciones en la presión arterial a lo largo del día. Es posible que la presión sea óptima por la mañana pero se desequilibre hacia el mediodía o la noche. Sin embargo, la compulsión de medirse la presión constantemente no es saludable.
Es prudente medirse la presión una vez a la semana y antes de las visitas médicas. Confiar únicamente en las mediciones realizadas en las consultas médicas también tiene sus limitaciones, ya que muchas personas experimentan el fenómeno de la «bata blanca», en el cual la presión arterial tiende a ser más alta en entornos médicos debido al nerviosismo, sin reflejar su estado cotidiano.
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“Hay pacientes que a veces me suben los medicamentos y cuando vienen para acá vienen todos alterados y además es porque tomaron una decisión con una presión que estaba más alta de lo que realmente es; Entonces, al ser primario para que lo haga de esa manera. Pero ha dado trabajo que lo adopten los pacientes. Yo creo que ustedes deben exigirle a sus profesionales de la salud que le tomen la presión”, comentó.
es importante comprender que las mediciones de presión arterial se realizan para detectar valores extremos asociados a síntomas graves que podrían requerir atención de emergencia. Sin embargo, estas mediciones no se utilizan necesariamente para tomar decisiones sobre medicamentos crónicos. Es apropiado sugerirle al profesional de la salud que realice las mediciones adecuadas y que considere las mediciones que el paciente trae consigo como una representación más precisa de su presión arterial en condiciones normales.
En cuanto al ejercicio, es fundamental comprender que cualquier actividad física es beneficiosa para la salud cardiovascular. Se sugieren dos niveles de ejercicio: uno de moderada intensidad y continuo, y otro de alta intensidad. Actividades como caminar a paso ligero, bailar o montar en bicicleta estacionaria son ejemplos de ejercicio de moderada intensidad. Por otro lado, el ejercicio de alta intensidad implica actividades que aumentan significativamente la frecuencia cardíaca, como correr, nadar o practicar deportes como el tenis. Es esencial encontrar un equilibrio entre ambos tipos de ejercicio para mantener un corazón sano.
Entonces, es importante que el profesional evalúe estos síntomas, especialmente aquellos que no son los clásicos. Aproximadamente el 7% de los individuos pueden presentar síntomas que no son típicamente asociados con problemas coronarios, pero en estas edades debemos estar alerta a esta posibilidad.
“Por lo tanto, cuando observemos estos cambios inusuales, no debemos ignorarlos; más bien, debemos estar atentos y comunicárselos al profesional de la salud. Será él quien, mediante pruebas de ejercicio u otras evaluaciones, determine si estamos experimentando síntomas relacionados con un riesgo cardiovascular mayor”, comentó el especialista.
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