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Cómo estar no estando

Hoy puedo entender mejor lo que pasaron los boricuas de la diáspora cuando el huracán María: la desesperación de ver lo que está ocurriendo en tu tierra, como si estuvieras con una de esas gafas que te permiten experimentar con la tecnología del metaverso una realidad que en este caso no es virtual, sino dramáticamente real.

Estábamos mi esposa y yo, luego de terminar de guiar al último de tres grupos que teníamos haciendo el Camino de Santiago en septiembre, encaminándonos ya a unas vacaciones que habíamos suspendido en verano por la muerte de mi mamá, cuando recibimos la noticia de que la tormenta Fiona se convertía en huracán y entraría por el suroeste del país.

Tengo grabada en mi mente la imagen del radar donde se ve el círculo amorfo del huracán dentro del cual está el mapa de nuestro pequeño país, como si un dragón se lo estuviese tragando. Es en ese momento donde la desesperación por no estar allí se apodera de la mente y puede hacer en nuestra psiquis tantos estragos como el huracán mismo. Pensé en la fragilidad de mi padre centenario, muy distinto a aquel roble que, aunque ya centenario, tenía a su lado a su compañera de vida que le hacía más llevadero el calvario de María. Y no pude evitar pensar que Puerto Rico también, cómo mi padre, estaba en un estado de fragilidad institucional y estructural que no era el mismo del 2017 frente al huracán María

Respiré varias veces. La respiración nos recuerda que estamos vivos y que, si hay vida, hay la oportunidad de hacer algo. Lo próximo fue aplicarme una máxima que he utilizado en varios talleres de motivación: no es lo que te sucede sino cómo reaccionas a eso que te sucede. Así comencé a aceptar la realidad que, a diferencia del pasado verano cuando me dieron la noticia de la muerte de mi madre y yo también estaba en el último día de los grupos que habíamos llevado al Camino de Santiago, en esta ocasión no podía tomar un vuelo y estar en menos de 24 horas en Puerto Rico. Por motivos lógicos de seguridad el aeropuerto fue cerrado.   

Fue entonces que decidí ayudar de varias formas. Primero, apoyando a través del chat familiar a mis hermanos y hermanas que tuvieron que tomar medidas de emergencia para el cuido de mi padre. 

Segundo, cumplir con la misión principal del artista, según yo lo entiendo, que es servir de inspiración y motivación a su pueblo a través de su creación artística. Mientras las inundaciones tomaban el protagonismo de la noticia, las noticias inundaban mi teléfono móvil y, como agarrado a un salvavidas, busqué en la escritura de unas décimas el foco interior para sentir que algo estaba haciendo. Las publiqué de inmediato, con la esperanza de que aquellos pocos que las leyeran tuvieran unos minutos de solaz. Para mi sorpresa no fueron unos pocos sino muchos miles. 

Lo tercero que he estado haciendo es apoyar a difundir lo que varios compañeros artistas han estado creando, unas plataformas para que la gente pueda ayudar a través de organizaciones sin fines de lucro, no gubernamentales, que han demostrado en el pasado su efectividad en hacer llegar la ayuda inmediata a aquellos que más la necesitan. Y hay un cuarto esfuerzo necesario y urgente que no importa donde estemos es nuestro deber hacerlo: reflexionar sobre el país que queremos y en qué forma podemos evitar que, una vez más, no estemos preparados ni a la altura que las circunstancias requieren.

Basta ya de conformarnos con decir que somos resilientes. Basta ya de aceptar las desgracias como si ese fuera nuestro destino frente al cual nada se puede hacer. Tenemos que exigirnos a nivel individual y colectivo el más alto compromiso con cambiar lo que haya que cambiar, trabajar en lo que haya que trabajar, y construir lo que haya que construir para que las próximas Marías y Fionas que pasen por nuestro territorio no ocasionen más daño del que es natural en un disturbio típico de nuestro trópico.

Me he sentido satisfecho con lo que he podido hacer desde la distancia, aun así, cuento los días para poder regresar a mi patria, abrazar a mi padre y a mis seres queridos y unirme a los esfuerzos de apoyar a los más vulnerables que son los más afectados por estos fenómenos naturales y por las deficiencias estructurales que tenemos y que no debieran ser la norma.

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