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El derecho a la dignidad: una mirada a la vida de las personas adultas mayores

La Dra. Lourdes Santana Charriez se refiere al derecho a la dignidad en las personas adultas mayores

Por: Dra. Lourdes Santana Charriez
Catedrática Asociada
Universidad Albizu

Creo que muchos nos conmovemos al escuchar aquella canción de Danny Rivera que decía “yo soy tu sangre mi viejo, soy tu silencio y tu tiempo”. Su lírica retrata el paso de los años, la decadencia del cuerpo, la soledad y la mirada, muchas veces distante, de los hijos; y ¿por qué no decirlo? la indiferencia de la sociedad.

¿Por qué nos conmueve y a la misma vez, como sociedad, nos mostramos indiferentes a la vejez?

Probablemente porque es una mirada a nuestra propia mortalidad, esa realidad que muchas veces nos negamos a aceptar. Sin embargo, es la aceptación de nuestra transitoriedad lo que puede llevarnos a ser más conscientes de la necesidad de crear los contextos sociales que garanticen el desarrollo de una vida adulta dinga y saludable.

En el perfil del año 2017, publicado por la Oficina del Procurador de las Personas de Edad Avanzada del Gobierno de Puerto Rico, se nos revela cómo la población de Puerto Rico ha ido envejeciendo, ocupando la posición número 31 a nivel mundial, con un porcentaje de 23.9% con personas de 60 años o más. Se espera que a partir del año 2030, la población de personas adultas mayores en Puerto Rico supere el millón de personas.

Las variables que llevan a un aumento en la población mayor de 60 años responden a los avances en la medicina, alimentación, la emigración de las personas jóvenes y el regreso a la isla de personas retiradas, un menor índice de natalidad y acceso a cuidados médicos, entre otros. Esta realidad nos invita a una reflexión profunda sobre las necesidades de nuestros adultos mayores, y entre estas, aquellas que se amparan bajo el concepto de la dignidad humana.

El artículo primero de la Carta de Derechos de las Naciones Unidas establece que: “Todos los seres humanos nacen libres e iguales en dignidad y derechos y, dotados como están de razón y conciencia, deben comportarse fraternalmente los unos con los otros.” Basados en esa inviolabilidad de la dignidad humana, las personas adultas mayores deben ser tratadas con respeto, aun cuando su autonomía y libertad se vean alteradas por el decaimiento propio de algunas condiciones médicas o de una edad muy avanzada.

Siendo Puerto Rico, un país con una población de personas adultas mayores en aumento, es importante tomar en cuenta lo siguiente:

  • Los adultos mayores pueden tomar sus propias decisiones y tienen derecho a estar informados sobre temas propios de su salud y asuntos económicos. Solo en aquellas circunstancias donde se evidencie deterioro cognitivo, los hijos o una persona encargada pueden ir por encima de la voluntad del adulto mayor.
  • Tienen derecho a no ser discriminados por asuntos de edad.
  • Tienen derecho a beneficiarse de los cuidados de su familia y tener acceso a servicios médicos.
  • Tienen derechos y libertades que deben ser respetados cuando residen en hogares o instituciones de cuidado.
  • Tienen derecho a vivir con seguridad, no ser explotados o maltratados física ni emocionalmente.
  • Tienen derecho a disfrutar una vida plena y activa a nivel social, político y cultural.
  • Tienen derecho a poseer un trabajo, vivienda y un entorno seguro.

Como mencionáramos al principio, la población de personas adultas mayores ha ido creciendo y en parte se debe a la emigración de los más jóvenes. Esto trae como consecuencia que muchos de los adultos mayores se encuentren solos y sin el apoyo de la familia. Ante esta realidad, se hace imperativo que la sociedad, como estructura, provea las bases para garantizar que vivan dignamente.

No solo a nivel de gobierno, sino también desde las comunidades se pueden crear redes de apoyo que provean del cuidado físico y emocional de aquellos que en su momento plantaron los cimientos de lo que hoy somos como seres humanos.

Es importante que las personas adultas mayores conozcan sus derechos y denuncien cualquier intento de menoscabo de su dignidad. Nuestras personas adultas mayores merecen que honremos “ser su sangre, su tiempo y su silencio”.

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