El doctor José García Mateo, presidente de la Sociedad Puertorriqueña de Endocrinología y Diabetología, explicó en BeHealth en qué consiste la nefropatía diabética.
“La causa número uno de entrada en fallo renal, por encima de hipertensión y riñones poliquísticos, es la diabetes”, señaló.
Esto puede ocasionar que el paciente caiga en fallo renal llegando a requerir trasplante o diálisis. Por esto, es importante una detección en etapas tempranas y un tratamiento oportuno.
“Es importante separar la nefropatía diabética de la enfermedad diabética del riñón, esta última es en base a la clínica del paciente, que algunas veces se corrige con peso y estatura”, explicó.
Diagnóstico de nefropatía diabética
La nefropatía diabética es una complicación común de la diabetes tipo 1 y tipo 2. Con el tiempo, la diabetes mal controlada puede causar daño a los grupos de vasos sanguíneos en los riñones que filtran los desechos de la sangre. Esto puede causar daño renal y presión arterial alta.
De acuerdo con el Dr. García, para hacer este diagnóstico es necesaria una biopsia renal para determinar si hay cambios patológicos como el engrosamiento de la membrana o expansión mesangial.
“Es un diagnóstico patológico para el que se necesita una biopsia en donde la mayoría no lo van a hacer y van a diagnosticar al paciente con enfermedad renal diabética”, detalló.
Síntomas
En las primeras etapas de la nefropatía diabética, es posible que no se presente ningún síntoma. En etapas posteriores, los signos pueden ser:
- Descontrol en la presión arterial
- Indices altos de proteína en la orina
- Hinchazón de pies, tobillos, manos u ojos
- Aumento de la necesidad de orinar
- Menor necesidad de insulina o medicamentos para la diabetes
- Confusión o dificultad para concentrarse
- Pérdida de apetito
- Náuseas y vómitos
- Picazón constante
Tratamientos
Las terapias de protección se han usado en pacientes con hipertensión y albúmina severa superior a 300 disminuyendo la progresión renal.
En la actualidad, después de 20 años, se están utilizando inhibidores del trasportador de sodio y glucosa que principalmente se utilizaron solo en el paciente diabético, para mejorar el control glicémico eliminando azúcar por la orina.
“Se demostró que, por el mecanismo de acción, además de beneficios cardiovasculares, había un beneficio renal y se buscó el beneficio para pacientes con problema renal”, destacó.
Así, dos estudios ya han demostrado la efectividad de algunos medicamentos en población con enfermedad renal sin la necesidad de ser diabéticos.
“Estos medicamentos disminuyen un 30% el riesgo de caer en diálisis, deterioro del riñón, desarrollo de un trasplante o muerte renal o cardiovascular, así como eventos cardiovasculares y urgencia de hospitalización por fallo cardiaco”, exaltó el endocrinólogo.
Esto por encima del tratamiento convencional como el uso de inhibidores y bloqueadores, control de azúcar y manejo de presión.
“Todos esos pacientes ya están en dosis máxima tolerada de medicamentos que habían probado el beneficio renal y añadir estos medicamentos tuvo más beneficio todavía, no solo en beneficios renales sino cardiovasculares”, explicó el Dr. García.
De este modo, se evidencia que para tratar al paciente con diabetes hay que saber si el paciente está en riesgo de enfermedad cardiovascular, fallo cardíaco o enfermedad renal y al ser así, el tratamiento debe cambiar.
“No solo pensamos ahora en el control de azúcar, sino en sus complicaciones para usar fármacos que hayan probado un beneficio adicional a la terapia convencional”, concluyó.