Cuando se habla de la doctora Ana Judith Román García inevitablemente se tiene que pensar en una referente de la mujer luchadora y perseverante. Quería conocerla y hablar sobre la perspectiva de la medicina actual con sus sinsabores. No es lo mismo la medicina de los años 40 y 50 que la medicina de los dos mil en Puerto Rico.
Su espíritu indomable probablemente lo cultivó en las luchas ineludibles que libró en su juventud cuando su familia pobre no la detuvo en sus metas. La familia notó que la niña Ana Judith era diferente. Su inteligencia destacaba sobre los demás así que cuando surgió la oportunidad de estudiar medicina la apoyaron. Para la década del 40 no había escuela de medicina en Puerto Rico así que se marchó becada a la Universidad de Montpellier en Francia. Regresó a Puerto Rico en el 1955 con diploma en mano y dispuesta a salvar vidas. Al mismo tiempo gestionaba en la Universidad de Harvard su especialidad en neurocirugía.
“La educación europea es diferente. Allí te enseñan a que estás frente a un ser humano. Tienes que saber de todo, música, arte, política, de todo un poco. Una visión completa. Una educación completa porque tú no sabes a quién estás interrogando. El lema que ellos llevan siempre es: ‘Tú estás frente a una persona’”, destaca la doctora Román.
Coqueta y mostrando un gusto muy femenino se acercó para hablarnos de cómo logró estudiar en un país europeo siendo mujer latina, pobre y negra. Francia la acogió en sus estudios de medicina y rápidamente se distinguió por su inteligencia y vocación. A sus noventa y pico de años conserva su memoria intacta por lo cual continúa activa en la Facultad de Medicina del Recinto de Ciencias Médicas de la Universidad de Puerto Rico. Su dedicación a educar es innata y todos los estudiantes hablan con grandeza de la experiencia única al tomar clase y conversar con la que se convirtió en la primera mujer neurocirujana de Puerto Rico. Aún cuando los tiempos han cambiado ella sigue siendo ese referente de examinar al paciente tomando en consideración que es un ser humano.
La doctora Román ha dedicado toda su vida a sus pacientes y a la facultad de la Escuela de Medicina por eso recibió la más alta distinción institucional como Profesora Distinguida de la Universidad de Puerto Rico, Recinto de Ciencias Médicas. Sigue siendo la doctora que enseña a examinar al paciente más allá de los achaques y síntomas. Los escucha con el corazón atendiendo la sintomatología desde una perspectiva humana. “Escuche al paciente, trátelo con humildad para que pueda percibir al ser humano”, destaca la doctora Román. Probablemente el mejor y acertado consejo que recibirán los estudiantes de medicina si quieren ser médicos de vocación y corazón como ella.
“En vez de progresar estamos retrasándonos porque hay un sentido anatómico básico que nos hemos olvidado», añadió.La doctora Román culminó con una reflexión de que ella aún tiene dos misiones en la vida: trabajar con el departamento de Educación para recalcar que los niños necesitan una educación superior y de alta calidad y tratar de cambiar la idea de que todo es la enfermedad del alzheimer cuando realmente se trata de inactividad física.