Todas las religiones y filosofías espirituales nos hablan de la importancia del agradecimiento. Se enfatiza ese agradecimiento a Dios por todas sus bendiciones, y, por qué no, también por lo no tan bueno, porque es a través de esas experiencias difíciles que crecemos. Pero yo siempre he pensado que el agradecimiento, más que a Dios, o al Universo, o a ese Poder Superior que define tu sentido de espiritualidad, es para nosotros. Porque si la divinidad es perfección, amor incondicional y total compasión, entonces no necesita escuchar que demos gracias. Los que lo necesitamos somos nosotros.
Todos conocemos personas que tienen veinte bendiciones frente a ellos, y solo ven aquello que les falta o que han perdido. Por más que uno trate de recordarles los valores que tienen en sus vidas, no hay forma de que los vean. Y lo triste es que generalmente estas personas no son felices. Hay una relación bien estrecha entre el agradecimiento que nace de reconocer lo que conservamos más allá de las pérdidas que hemos tenido, y la felicidad. Así que, para comenzar, las personas agradecidas sí tienden a ser más felices.
Lo que puede tal vez sorprenderlos, es que las personas agradecidas también tienden a ser más saludables. Cada día hay más estudios que validan este hecho. Para darles un ejemplo, los resultados de un estudio publicado en la revista “Psychology, Health and Medicine” señalan que las personas agradecidas desarrollan menos sentimientos de soledad y tienen mayores herramientas para manejar el estrés. Y sabemos que tanto el mal manejo del estrés como la percepción de soledad y desesperanza, llevan a muchas personas a enfermarse físicamente. Sí, nuestras emociones y pensamientos se convierten en biología.
Y a esa sensación de bienestar y felicidad, se añade el que las personas agradecidas tienden a tener menos problemas para conciliar el sueño, sistemas inmunológicos más fuertes y mejor salud física en general. Y aún cuando están enfermas, las personas agradecidas tienen una fortaleza y optimismo que contagia e inspira. Yo siempre he sido una persona agradecida y vivo consciente de las bendiciones que llegan a mí todos los días, a veces disfrazadas, pero bendiciones al fin.
Pero este año, para celebrar el Día de Acción de Gracias, decidí hacer algo diferente. La cena fue, como siempre, en mi casa, y en esta ocasión fuimos pocos debido a las restricciones del COVID y otras situaciones familiares. Así que aproveché, al hacer la oración de agradecimiento antes de la cena, para dejarle saber a cada uno de los presentes, familiares y amistades, algo específico que aportan a mi vida. Para mí, una de las formas más poderosas de agradecimiento es la validación de otros, algo que no siempre hacemos, y que raras veces verbalizamos. Fue un momento de mucha emoción para mí, que soy una llorona, y para muchos de los presentes, que no se lo esperaban.
Aunque el Día de Acción de Gracias ya pasó, y aunque tal vez en tu país no se celebre, te invito a que no permitas que este año termine sin decirle a tus seres queridos lo importante que son en tu vida y reconocerles lo que aportan a ella. Es posible que pienses que ellos lo saben, que no tienes que decírselo. Pero nada sustituye el escuchar a alguien decirte, “gracias, porque tu presencia le da más valor a mi existencia”. Y de esta forma aprovecho para agradecerles a ustedes, los que me leen y me escuchan, por darle propósito a mi vida. Gracias y bendiciones a todos y todas…