En algunos artículos anteriores hemos tratado la fibromialgia, tratando de explicar sus características y refiriéndonos a las experiencias personales de los afectados. En este artículo se analizará el tema desde otro punto de vista: el de las personas cercanas a una persona con fibromialgia.
Las personas que asumen la responsabilidad de una vida diaria compartida con un compañero tan invisible como el dolor crónico, se encuentran cambiando su vida en varios frentes a nivel físico y mental, pero también a nivel de las relaciones emocionales.
Específicamente aquellos que se encuentran compartiendo su vida diaria con una persona que sufre de fibromialgia, una condición médica que hasta la fecha sigue sin un tratamiento resolutivo.
Palabras clave: Empatía y Compasión
Estar cerca de una persona que sufre un dolor persistente requiere cierto grado de empatía y compasión. Por mucho que estos dos términos parezcan significar lo mismo, en realidad tienen significados funcionales muy diferentes.
Si somos empáticos, nos encontramos identificándonos con la condición de la otra persona, imaginando lo que la persona frente a nosotros podría sentir.
Personas muy empáticas se las arreglan literalmente para sumergirse en los pensamientos y miedos de los demás, casi como si los vivieran ellos mismos. La compasión, en cambio, no se limita a mirar o sentir, sino que es ese sentimiento que nos empuja a la acción lo que nos estimula a aliviar el sufrimiento de los demás.
Cómo apoyar a la persona cercana a nosotros
¿Pero cómo podemos ayudar a la gente que está lidiando con la fibromialgia a diario?
El aspecto fundamental a tratar es la escucha activa. Estas personas deben tener delante de sí una persona que les escuche sin juzgar y que al mismo tiempo sepa darles respuestas y sugerencias válidas pero que, cuando sea necesario, se abstenga de darlas, admitiendo sin juicio propio que ellos también no tienen la respuesta, sin que ello dé lugar a sugerencias o frases hechas.
Deberíamos tratar de crear momentos positivos para pasarlos juntos. No los apuntes con el dedo y a sus límites que a menudo no podemos entender o que, incluso sin hacerlo a propósito, nos olvidamos de que lo tienen. Deberíamos construir relaciones basadas en la doble confianza en la que ambos se ayudan mutuamente: una para hacerles entender cómo ayudar y la otra para ayudarles a entender.
Dar aliento
- Anima tu ser querido a participar en programas o cursos que le enseñen a la persona cómo abordar y controlar su dolor.
- No hay que hacerlos sentir una carga: a ellos también les gustaría sentirse mejor y a menudo el cambio es difícil y necesita que se le anime a emprenderlo.
- Colaborar en las tareas domésticas alivia la responsabilidad.
- Anímalos a encontrar pasatiempos y actividades recreativas que los animen a «moverse más» y a encontrar nuevas formas de entrenar y mantenerse en movimiento que ayuden a su autoestima y los animen a mejorar.
- Evita forzarlos a participar en excursiones o actividades fuera de su alcance y créeles cuando nos digan que no pueden hacerlo. En todo esto, sin embargo, hay que destacar que ellos también deben cambiar su enfoque de la fibromialgia.