La pérdida es una experiencia inevitable en la vida, pero la forma en que elegimos enfrentarla puede marcar una gran diferencia en nuestro proceso de curación y transformación. Lily García y Silverio Pérez, dos personas que han enfrentado pérdidas significativas en sus vidas, nos ofrecen valiosas lecciones sobre cómo transformar el dolor en crecimiento y fortaleza.
Lily García reflexiona sobre la complejidad de la pérdida, reconociendo que va más allá de la ausencia física de un ser querido. «Cuando nos enfrentamos a una condición médica, sentimos una pérdida», comparte. Esta pérdida, como señala, se extiende más allá de la esfera emocional y penetra en la esencia misma de nuestra seguridad y bienestar. Desde el diagnóstico de una enfermedad hasta la pérdida de la juventud percibida, la experiencia del dolor adopta diversas formas, cada una igualmente desafiante.
Silverio Pérez aporta su perspectiva sobre la desconexión entre la percepción mental y la realidad física, especialmente en el proceso de envejecimiento. «A cierta edad, a menudo hay una desconexión entre cómo nos sentimos mentalmente y cómo está nuestro cuerpo físicamente», observa. Esta brecha entre la percepción subjetiva y la realidad objetiva puede generar una profunda discordia interna, requiriendo un proceso de reconciliación para alcanzar una armonía emocional duradera.
El viaje a través del duelo, como describe Pérez, comienza con la negación. «Estamos en shock, no podemos creer lo que nos está sucediendo», admite. Esta fase inicial, marcada por la incredulidad y la confusión, sirve como un preludio a un proceso más profundo de introspección y aceptación.
La importancia del apoyo interpersonal en el proceso de duelo se hace evidente en las palabras de Pérez cuando reconoce el papel vital que desempeñó su compañera Jessica en su propio viaje hacia la curación. «Agradezco el apoyo y la observación de mi compañera Jessica mientras trato de asimilar positivamente esta nueva realidad», expresa.
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Lily García, abogando por una perspectiva positiva y proactiva en la gestión del duelo, señala la importancia de encontrar significado y crecimiento incluso en los momentos más desafiantes. «A medida que desarrollamos inteligencia emocional, comenzamos a comprender que cada experiencia que vivimos, ya sea positiva o negativa, tiene un propósito y una lección que aprender», sostiene. Esta visión optimista reconoce el poder transformador del sufrimiento y la capacidad inherente del individuo para encontrar luz incluso en las tinieblas más profundas.
Para contrarrestar la tendencia a centrarse en lo negativo, García propone un ejercicio simple pero efectivo: reflexionar sobre tres cosas positivas que hayan ocurrido durante el día. «Este ejercicio nos ayuda a enfocarnos en lo positivo y a cerrar el día de manera gratificante», explica. Esta práctica de gratitud y reflexión ofrece una herramienta invaluable para cambiar el enfoque mental hacia lo positivo, fomentando así una actitud más optimista y resiliente hacia la vida.
La experiencia compartida de Pérez sobre el duelo dentro de su propia familia ofrece también una perspectiva conmovedora sobre las complejidades del proceso de duelo. Desde la celebración de la vida hasta la expresión de tensiones familiares, su relato destacó la diversidad de reacciones y emociones que pueden surgir en el contexto del duelo.
En última instancia, García y Pérez coinciden en que aunque la pérdida puede ser devastadora, también puede ser transformadora. «Tal vez no se pueda manejar una pérdida… Pero, sí se puede vivir después de la pérdida, aunque esta conlleve un dolor profundo», reflexiona García. Es a través del proceso de duelo, con todas sus etapas y desafíos, que se encuentra la posibilidad de crecimiento, renovación y, finalmente, esperanza.
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