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Entre el COVID y la amistad

“Un buen amigo es una conexión a la vida…una atadura al pasado, un camino hacia el futuro…la clave para la claridad en un mundo totalmente demente.”
Lois Wyse/Escritora

Me agarró el COVID. Sí, por segunda ocasión. En diciembre pasado, luego de dos años de pandemia, me contagié por primera vez. Aquel contagio fue prácticamente asintomático, como un catarrito leve. Pero en esta ocasión la historia ha sido otra. Creo que dormí en cuatro días lo de seis meses. Pero después de haber atravesado el túnel y salir con un mínimo de daño al otro lado, sonrío al reconocer lo que he ganado en el proceso: el saber que no estoy sola porque tengo a mi alrededor amistades que valen oro.

No ha habido un día en que no haya recibido por lo menos cinco textos o llamadas de amigas o amigos preguntando cómo estoy y ofreciéndose para hacerme llegar comida, medicamentos, o una comprita. Y pienso en las muchas personas que se quejan de que sus amistades solo aparecen en las “buenas” y desaparecen en las “malas”. Pues entonces me tengo que considerar bendecida, porque ese no ha sido mi caso.

Recuerdo una conversación que tuve hace muchos años con un colega de la radio que me dijo que era imposible tener más de dos buenos amigos o amigas en la vida. Yo le respondí que podría mencionar en ese momento al menos diez personas que sabía que estarían para mí incondicionalmente si yo los necesitara. Él insistió que eso era imposible. Obviamente su realidad y la mía son muy diferentes.

Claro, estoy convencida de que esas relaciones significativas que llamamos “amistades”, se construyen. De hecho, esta estudiado que uno de los secretos de las personas felices es el haber sabido construir y mantener redes de apoyo a su alrededor a través de los años. Esto funciona de ambos lados, por supuesto. Uno está ahí para su gente, y su gente está ahí para uno. Eso no quiere decir que puede haber momentos de diferencias o frustraciones con estos seres queridos. Inclusive, es posible que nos fallen y no siempre respondan como nosotros esperamos que lo hagan. Pero está en uno entender que nadie es perfecto, que se cometen errores, y poner entonces en perspectiva cuán importante es esa persona en nuestra vida.

Hay quienes no permiten una sola falla en otros. A esas personas es común escucharlas decir “No se puede confiar en nadie”. Me pregunto, si son tan severas con los demás ¿cuánto lo serán con ellas mismas? Yo no espero que mis amistades den lo mismo que yo (cada ser da lo que puede de acuerdo a sus capacidades en el momento); no espero que piensen igual que yo (sería super aburrido); no espero que sean perfectas (porque yo tampoco lo soy). Lo que sí espero es que entre nosotros haya honestidad; que me pongan pa’ mi número cuando sea necesario; que me dejen saber cuando me necesitan, y que entiendan cuando puedo y cuando no puedo estar para ellas.

La verdadera amistad requiere también humildad porque esa gente que en realidad te quiere “bien” siempre va a conocer tus más grandes vulnerabilidades y debilidades. Eso sí, jamás las van a utilizar en tu contra. Por el contrario, van a buscar protegerte de ti misma con garras y dientes. Si eres de las personas que tienen miedo a abrirse a la amistad porque en una ocasión alguien te hirió, pasa la página soltando el juicio y date la oportunidad de confiar. Digo, no es que uno confíe en cualquiera, las verdaderas amistades se construyen dándoles tiempo. Pero por algún lado tenemos que empezar.

Me reitero en que en esta ocasión el COVID llegó a recordarme que, si bien en cierto que no he sabido escoger muy bien en el área de relaciones de pareja, en cuestión de amistades he hecho un trabajo excepcional. Ahora me toca seguir devolviendo las bendiciones recibidas. Gracias, gracias, gracias…

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