La semana pasada recibí una llamada del número de una persona a quien casé hace cerca de cinco años. No nos habíamos visto desde la boda, pero nos manteníamos en contacto por Facebook y cada vez que ella y su esposo celebraban un aniversario, subían una foto del día de la boda y me mencionaban con mucho cariño.
Al responder la llamada, y para mi sorpresa, no era ella sino él al otro lado de la línea. Estaba atacado en llanto. “La perdimos ayer,” me dijo. “Se nos fue”. Yo no lo podía creer. El trató de explicarme lo que pudo, pero casi ni le entendía. Habían salido de una actividad del trabajo, y ella había sentido dolor de pecho y adormecimiento del brazo izquierdo. Fueron de inmediato a emergencias, pero el ataque al corazón fue fulminante.
Tenía cincuenta y cuatro años. El esposo me pidió que si sería posible que yo dijera algunas palabras en los actos fúnebres, que él se sentía perdido, y que para ellos, la forma que había hablado en su ceremonia de bodas cinco años antes había sido algo muy especial. Accedí, y así lo hice.
Fue un momento muy emotivo. Entre el dolor, el “shock” ante una pérdida tan súbita, y los hermosos recuerdos que tantos tenían de ella, se convirtió en una mezcla de despedida y celebración de vida.
Entre las palabras que compartí hablé de una frase que se le atribuye al Buda y que dice: “El peor error de los seres humanos es creernos que tenemos tiempo.” Y así es. Creemos que nos queda tiempo para disfrutar “algún día” esto o aquello; para decir “te quiero” o pedir y dar perdones; para trazarnos y alcanzar metas y sueños… Creemos que nos queda tiempo. Pero lo único que tenemos realmente es hoy.
Esta experiencia me llevó a reengancharme con el agradecimiento a la vida. Y digo “reengancharme”, porque siempre he tendido a ser una persona agradecida. Pero hay momentos que se convierten en bofetadas cósmicas porque te recuerdan apreciar lo que tienes, y aprovechar cada minuto, cada persona, y cada oportunidad que se nos presenta para servir, compartir y acumular felicidad.
Es posible que la vida te haya robado mucho, pero estoy segura también que te ha dado el doble. Pero por alguna extraña razón, los seres humanos tendemos a agarrarnos más de lo que hemos perdido que de aquello que tenemos todavía de frente.
Es imposible ser agradecidos cuando vivimos agarrados al pasado y con la ansiedad constante por el futuro. Porque vivir en el pasado o en el futuro nos impide ver el hoy, la riqueza que nace de aprender a disfrutar cada momento como si fuese el último… porque bien podría serlo.
Hoy me prometo estar más consciente de los pequeños momentos y agradecer cada uno de ellos; me prometo darle las gracias a todos aquellos que hagan una diferencia positiva en mi vida, y aún, a los que aporten negatividad, porque me ayudan a crecer.
Me prometo quejarme menos y reírme más; soltar la prisa que nos impide vivir en el presente; tomar responsabilidad por lo que me toca y dejar de culpar a otros por ser como son.
Hoy doy gracias a la vida que me ha dado tanto… esperando que ese agradecimiento sea el motor que me empuje a disfrutar cada momento de ella, lo que sea que me quede, hasta la saciedad. Y los invito a que hagan lo mismo, a que reconozcan lo que tienen, lo agradezcan, y en el proceso vivan intensamente. Solo tenemos el hoy… Mañana, quién sabe.