Karla Ortiz sonríe casi todo el tiempo mientras dura la entrevista. Sonríe y se le ilumina el rostro con una voluntad invisible que sobrepasa la pantalla desde donde la veo. Incluso cuando relata cómo fue recibir el diagnóstico de esclerosis múltiple, intenta borrar los recuerdos tristes con una sonrisa.
Su historia comienza poco tiempo atrás, cuando tenía 24 años. Emprendía entonces una etapa importante en su vida: recién había culminado sus estudios de bachillerato, se independizaba y comenzaba un trabajo a tiempo completo.
Primero el adormecimiento de la pierna izquierda y luego la dificultad de sus manos para el agarre le hicieron acudir al médico. En su mente, el miedo a alguna enfermedad reumática; pero la mancha oscura en la tomografía le dio una pista diferente al neurólogo. Para confirmar, una punción lumbar tuvo la última palabra: esclerosis múltiple primaria progresiva.
Karla lo dice con nombres y apellidos, porque de seguro en su cabeza lo ha repetido muchas veces. En aquel momento no entendió con claridad las palabras del especialista que trataba de explicarle todo sobre una condición sin cura, autoinmune y degenerativa que ahora era también suya.
De frente a una nueva vida
Como un balde de agua fría le llegó la noticia. La dejó detenida en el tiempo y dudando de su capacidad para seguir adelante:
“Cuando me diagnosticaron me quedé en shock […] No fue hasta que me puse a leer a fondo y obviamente con el pasar del tiempo que mi cuerpo comenzó a sentir más los efectos de la enfermedad, que realmente entendí lo complicado de manejar y tener esclerosis múltiple”.
Ahora parece ponerse seria al hablar de cuánto le ha cambiado la vida, de las limitaciones, de la dificultad para caminar. Pero de nuevo se pinta esa alegría en su rostro cuando reconoce que también ha reemplazado su visión de la existencia y ha aprendido a valorar más los pequeños momentos.
Los síntomas invisibles
El área cognitiva es una de las más afectadas por la condición, precisa Karla para luego enumerar los síntomas invisibles que solo ella percibe: “se me olvidan las cosas incluso algo que me acaban de decir, a veces tengo dificultades para tomar decisiones y hay días en los que literalmente siento que el cerebro no está en conexión con el cuerpo”.
Aunque en la actualidad no toma ningún medicamento para estos síntomas, sus mejores aliadas son las actividades cotidianas que ha incorporado a la rutina: leer, escribir, practicar juegos de memoria y sopas de letras. Como una buena deportista, Karla mantiene su cerebro en forma y ejercita la memoria para luchar contra la enfermedad.
El mensaje de Karla
“Tengo un lema que llevo conmigo siempre: ‘Se vale todo menos quitarse’. La esclerosis múltiple le cambia la vida a cualquiera y la aceptación toma a veces mucho tiempo, pero esta condición no nos define. No pongas tus sueños en stop por el diagnóstico, al contrario, agárralo con fuerza, sácale la parte positiva y lucha con más ganas para que puedas alcanzar todo lo que quieras.”
Con este mensaje de aliento, Karla se despide. Lo hace con la misma sonrisa que mantuvo durante los pocos minutos de la entrevista, pero hay algo más en su rostro, la alegría triunfal de quien sin miedo le hace frente a la esclerosis múltiple.