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La motivación, parte crucial del proceso de aprendizaje

La motivación es definida como un impulso que lleva a una persona a realizar determinada acción dentro de diversas alternativas que se le presentan. Asimismo se refiere a la percepción, la expectativa y las actitudes de un estudiante sobre las tareas a realizar, elementos que regirán su conducta en el ambiente escolar.

Existen dos tipos de motivación, una intrínseca que surge de nosotros y obedece a motivos personales, y otra extrínseca, relacionada con la manera en que se nos estimula desde el exterior para hacer algo.

En un taller ofrecido por Multisensory Reading Centers de Puerto Rico, la doctora Patricia Landers, psicóloga clínica y escolar, al respecto sostuvo que cada ser humano posee intereses diferentes, por lo que no existe una receta única para conseguir la motivación de la misma manera entre todos los estudiantes de un salón de clases.

“En el ámbito escolar, cuando hablamos de motivación, debe existir voluntad, deseo del alumno por participar y por ser exitoso […] Los estudiantes que están motivados se sienten parte de ese proceso, se comprometen, tienen iniciativa, ejercen una fuerza intensa para implementar las tareas y tratan de hacer un mejor trabajo”, detalló la especialista.

Durante ese proceso, maestros, padres y cuidadores desempeñan un rol muy importante. En ocasiones los estudiantes se desmotivan y por consiguiente los maestros también; sin embargo, ello lleva a un proceso de autorreflexión como educadores, de saber que los estudiantes no tienen por qué visualizar las actividades de la misma manera que el profesor.

¿Cómo se manifiesta la motivación en los estudiantes?

Los alumnos motivados participan y se mantienen activos durante la clase; los no motivados por lo general se evidencian a la inversa, actitud que puede confundirse con algún diagnóstico como el déficit de atención.

“Los niños que no están motivados tienden a ser pasivos y no necesariamente está relacionado con problemas de conducta. El nivel de tolerancia tiende a ser más bajo y ante los retos suelen darse por vencidos fácilmente”, apuntó la psicóloga.

Frases como «yo no sé leer», «no voy a hacer esto», «no me gusta», entre otras, son muy comunes en estos niños. No obstante, también puede darse el caso de un estudiante con falta de motivación, pero que cumple con las tareas e indicaciones; así como uno con notas medias, pero con el potencial de sacar calificaciones brillantes.

Primeros años de aprendizaje: momento decisivo

Los primeros años son un periodo sensitivo pues los niños desarrollan las destrezas en la escuela y también establecen una conexión con el maestro, primera persona con la que tienen un contacto en el ambiente escolar formal.

Ese nuevo sujeto en la vida de los niños crea una huella, además de implantar las bases de lo que será el desarrollo de ellos más adelante. Si se produce una buena conexión en los momentos iniciales, puede entonces crearse el potencial para el desempeño futuro del pequeño.

“El aprendizaje no se limita solo al contexto escolar, nosotros aprendemos todo el tiempo. Y al igual que en la motivación, en el aprendizaje se deben tomar en cuenta muchos factores. No es exclusivamente el hecho de recibir una información en la escuela y tenerla, es importante conocer la forma en que el niño visualiza el proceso de aprender. De ahí que los primeros años son fundamentales pues si el estudiante aprende de una manera motivada, se pueden lograr resultados positivos”, aseguró la doctora Landers.

Aprendizaje y motivación

Cuando se trata de aprendizaje ocurren dos procesos, uno cognitivo, relacionado con el cerebro, y otro motivacional; de ahí la importancia de reconocer si el componente cognitivo está funcionando en un nivel adecuado para aprender.

Un estudiante puede tener el segundo componente, que es la disposición, la motivación; pero si posee un trastorno específico, por ejemplo en el área de las Matemáticas, y el maestro no se ha percatado, entonces el componente cognitivo no le va a permitir un óptimo proceso de aprendizaje.

Al respecto, la psicóloga aconsejó enfocarse en fortalezas y debilidades, así como hacer una evaluación para conocer cuánto impulso se le puede dar al estudiante.

Se sabe que cada uno de nosotros posee un área de dominancia cerebral. En general existen cuatro cuadrantes: el racional, el cauteloso, el emocional y el imaginativo. Para atender las fortalezas y debilidades, los maestros en la experiencia del día a día deben identificar las áreas de dominancia de sus estudiantes.

“No se trata solamente del aprendizaje, los educadores también deben despertar las perspectivas del sujeto. Para aprender es muy necesaria la voluntad como punto de partida, pero también la habilidad”, advirtió la especialista en psicología clínica y escolar.

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