Tengo varias amigas y conocidas atravesando en estos momentos por procesos de cáncer de seno. Algunas de ellas están recién diagnosticadas y esperando el próximo paso, otras ya están inmersas en sus tratamientos. Y resulta curioso como cada una de ellas está manejando el asunto desde perspectivas diferentes, algunas más saludables que otras.
Cada ser humano es un mundo y el diagnóstico de algo tan fuerte no solo trastoca la vida, sino que también saca lo mejor y lo peor en nosotros.
Una de mis amigas, a quien posiblemente conocen, es la querida Lourdes del Río, reconocida periodista de la cadena Univisión. Ella ha hecho su proceso público desde el inesperado diagnóstico hace ya varios meses. Esta semana, a través de su página de Facebook, compartió el momento en que su buena amiga, Karla Monroig le afeitó la cabeza. Como muchas pacientes de cáncer, la afeitada se convierte en un paso de valentía y aceptación en el momento en que comienzan a perder el cabello a raíz de la quimioterapia. Al compartir algo tan personal, Lourdes no solo se ocupa de recibir el apoyo de ese público que tanto la quiere, incluyendo sus oraciones y buenas vibras, sino que también ayuda a otras mujeres atravesando por lo mismo a empoderarse en un momento de tanta incertidumbre.
Otra, una clienta de coaching que no veía hace varios años, se ocupó de pautar una cita tan pronto se enteró del diagnóstico y de lo que probablemente conllevaría su tratamiento. En su caso, quería organizarlo todo: desde alternativas de comidas para los días que estuviera muy débil para cocinar o salir a comprar algo, hasta listado de amistades y familiares que la apoyarían durante el tratamiento y hasta en su reconstrucción de seno cuando llegue el momento. Siendo una mujer sumamente independiente, se abrió a pedir ayuda y a recibirla, permitiéndose ser vulnerable y viéndolo no como una debilidad, sino una señal de fortaleza.
Hay otras que ni hablan del asunto. Tal vez deciden callar porque hablar es tocar el dolor y todavía puede que estén en negación acerca de lo que están viviendo. Otras callan porque no quieren “que me cojan pena”. Siento que al no compartir lo que sienten pierden una valiosa oportunidad de sanación.
El proceso de cada mujer es diferente, de la misma forma que diferentes son sus personalidades. Mi única recomendación es que se abran a crecer. Que se dejen apoyar porque al hacerlo sueltan el orgullo y les permiten a otros la bendición de ser generosos. Y que siempre tendrán la opción de enfocarse en el peor o en el mejor de los escenarios. Y el mejor de los escenarios es el de las tantas amigas que también tengo que hace años pasaron por un diagnóstico de cáncer de seno y hoy viven vidas felices, plenas y saludables. Que esas tetas sean su norte.