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Medicina con compasión

Estas pasadas dos semanas me han tocado varias visitas con familiares a oficinas médicas y hasta una corta estadía en una sala de emergencia por una subida de presión de mi mamá.  (Todo está bien ahora).  Y me resultó curioso las diferencias en el trato que experimenté en este recorrido, tanto por parte de los médicos como del personal de las oficinas. La gama fluctuó entre los que parecían estar locos por salir de ti, hasta los que te hacían sentir como familia y te explicaban todo con claridad y hasta cariño.  

Esta experiencia me recordó porqué, hace varios años, desarrollé una charla que titulé “Salud con compasión” para ser ofrecida a médicos y profesionales de la salud en general. Lo cierto es que muy pocos médicos la han escuchado. En la mayoría de las ocasiones, la charla la he ofrecido a grupos de empleados de oficinas médicas y los médicos a veces han estado presentes junto a sus empleados, pero a veces no. No sé si es que no se han percatado de lo mucho que la necesitan. Esto resulta irónico tomando en cuenta como estudios indican que una de las profesiones con más altos niveles de estrés (y esto era pre pandemia), es la profesión médica, dentistas incluidos.  

En ocasiones los encargados de recibir a los pacientes en las oficinas y hospitales ayudan a bajar los niveles de estrés en las oficinas médicas convirtiéndose en una especie de filtro emocional. Pero otras veces pueden convertirse más bien en una pared fría ante la cual el paciente puede sentirse intimidado. Agraciadamente, en mi experiencia, estos son los menos.  Pero de que los hay los hay.  

Y uno entiende el nivel de estrés y las emociones difíciles con las cuales hay que trabajar en las oficinas médicas. Muchos profesionales en estos momentos están sufriendo de “burnout” o quemazón emocional y profesional ante los retos que está representando esta pandemia que se niega a soltarnos. Y a muchas personas se les olvida que estas personas también son seres humanos, con sus propias situaciones personales y emocionales sumadas a la difícil responsabilidad de cuidar por la salud de sus pacientes y tomar las mejores decisiones. 

Por esta razón hoy le hablo a los pacientes, pidiéndoles un poco más de eso, de paciencia, para poder ponerse en la situación de aquellos que los atienden en las oficinas médicas, desde recepcionistas hasta médicos. Pero también le hablo a los médicos y el personal de las oficinas y hospitales.  Es imposible ser empáticos y compasivos si estamos quemados y/o estresados.  Por definición, la empatía es la capacidad de ver a través de los ojos del otro, en este caso el paciente que muchas veces llega con miedos, inseguridades y ansiedad. La persona que está “quemada” es incapaz de reconocer esto y generalmente se proyecta como desconectada, molesta y en ocasiones, hasta un poco ruda. Todo esto es el resultado de no estar “presente” mentalmente con ese paciente; de que su mente está en otras cosas; de que no puede conectarse. Y si no puedes conectarte, no puedes practicar la empatía.  

El gran reto está en reconocer cuando nos estamos sintiendo así, cuando nos tenemos que levantar del escritorio, dar una vuelta, ir al baño o a algún lugar a respirar, a soltar, y bajar revoluciones. Un buen mantra o frase de poder para estos momentos es “Hoy hago la diferencia en la vida de mis pacientes.”  La mente es poderosa y centrarnos para poder seguir adelante, siempre funciona.  

Siempre va a haber días más difíciles que otros y pacientes, médicos, o empleados de oficinas médicas, más retantes que otros.  Pero seguimos viviendo un día a la vez, reconociendo como nos necesitamos todos, y buscando alternativas para regresar al momento presente, respirar y activarnos con esa compasión que siempre está ahí, latente, esperando a que te conectes con ella para dar lo mejor de ti. 

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