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  ¡Pa’ fuera… pa’ la calle!

Ésta es la época en la cual nos entra el impulso de la organización, resaque y limpieza del hogar. Encontramos, sacamos, botamos y regalamos. Es como un despojo del entorno que nos invita a crear espacio para soltar apegos y abrirnos a nuevas bendiciones. Pero de la misma forma que limpiamos y organizamos por fuera, ¿por qué no aprovechar para un détox emocional interno? ¿No sería una buena idea detenernos a identificar emociones tóxicas que no queremos seguir arrastrando en el 2023? 

Quiero aclarar primero que las emociones como tal no son tóxicas, las emociones son y punto. Lo que sentimos es lo que sentimos y eso no lo podemos cambiar (o sí podemos, pero toma tiempo). Lo que convierte a una emoción en “tóxica” es el nivel de control que le permitimos tener sobre nosotros, el que afecte adversamente nuestras relaciones interpersonales, nos paralice, o hasta nos enferme. Así que el primer paso en un détox emocional sería identificar esas emociones que nos afectan. Eso requiere que nos detengamos, respiremos y reconozcamos qué nos está sacando de nuestro centro. Algunas de estas emociones, por ejemplo, pueden ser el coraje, el miedo, el deseo de control, la tristeza o la ansiedad. Y todas son completamente normales. Se vuelven tóxicas cuando las ignoramos y las dejamos campear por su respeto por la libre. 

Con ese primer paso de reconocer lo que estás sintiendo, sin juzgarlo, en autocompasión, desde ahí ya comenzaste a ganar porque hay muchísimas personas que no tienen idea de lo que sienten, que viven controladas por estas emociones tóxicas que no canalizan, y jamás se enteran. Así es que, si ya has podido identificar por lo menos una que roba la paz, estás en buen camino.  

El segundo paso en el proceso es identificar el pensamiento que te dispara la emoción. Y es que contrario a lo que muchos creen, la emoción nace de la interpretación que haces de una situación, en otras palabras, la emoción es hija de un pensamiento. Si tú percibes algo como un ataque, por ejemplo, es natural que respondas con miedo, ansiedad o coraje. Pero si escoges ver esa situación a través de otros ojos, si en vez de percibir a alguien como un reto, decides ver a esa persona a través del cristal de la compasión, es natural que tu respuesta emocional sea diferente.  Así que tan pronto sientes que una emoción te abruma y controla, respira, detente e identifica su fuente. No es que te molestes porque estás sintiendo ansiedad o coraje, sino que te preguntes con total curiosidad: “¿Por qué me siento así?” “¿Qué estoy interpretando de esta situación?” o “¿Qué significa para mí esto que acaba de ocurrir?”  

Al comenzar a identificar y buscar respuestas, de repente vamos descubriendo nuestros “botones” emocionales y aquello que los activa. Y en el proceso aprendemos a canalizar esas emociones negativas en su opuesto positivo.  Y eso no quiere decir que estemos bloqueándolas o negándolas, sino todo lo contrario. Las reconocemos, las racionalizamos y las soltamos para que no sigan robándonos la paz. Es importante que entendamos que la mayoría de las emociones tóxicas que queremos soltar han echado raíces en nosotros durante mucho tiempo, así que no esperes poder aprender a canalizarlas de un día para otro. Lo que sí te prometo es que, si vives en “mindfulness” o presencia del momento presente, y en consciencia de ellas, sí van a ir perdiendo fuerza y podrás transformar tu relación con tus pensamientos y las emociones que ellos generan. Y en ese momento notarás como todo cambia: mejorará tu salud física y tu sentido de bienestar; fortalecerás tus relaciones con los demás; y aumentará tu nivel de felicidad.  Y ese es mi mayor deseo para ustedes en este nuevo año. Den el primer paso, y verán como dejando atrás lo tóxico, crean el espacio para una vida emocional y física más saludable y plena.  ¡Felicidades, bendiciones y salud!

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