Aunque a menudo se percibe en la dermatitis atópica inflamación, sequedad y picor intenso en áreas sobre todo donde la piel está seca, ignorar este último puede tener serias consecuencias para la salud y el bienestar general.
El picor constante puede llevar a un ciclo vicioso de rascado e irritación que empeora la condición de la piel. La Dra. María López, una de las especialistas de MedlinePlus indica dentro de uno de los artículos que: «Rascarse constantemente puede provocar infecciones secundarias, ya que las bacterias pueden penetrar a través de las áreas abiertas y heridas causadas por el rascado.»
Además, la calidad de vida de los pacientes con dermatitis atópica puede verse significativamente afectada sobre todo si se ignora este síntoma principal de la enfermedad. La incomodidad constante puede interferir con el sueño, lo que a su vez afecta el rendimiento diario y el estado emocional. Un estudio realizado por la Academia Americana de Dermatología encontró que el 60% de los adultos con dermatitis atópica severa reportaron problemas de sueño debido al picor nocturno.
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Otro de los impactos de esta afección es el psicológico, indica que el picor crónico no debe subestimarse. Según la Dra. Ana García, psicóloga clínica adscrita a la Academia Americana de Dermatología indicó que la dermatitis atópica puede llevar a una disminución de la autoestima y a una mayor prevalencia de trastornos de ansiedad y depresión.
«La sensación constante de picor puede ser extremadamente angustiante, afectando tanto a niños como a adultos», comentó García.
Tratamientos y manejo
Existen varias opciones de tratamiento para controlar el picor asociado con la dermatitis atópica. Los corticosteroides tópicos son frecuentemente recetados para reducir la inflamación y el picor. Además, los inhibidores de la calcineurina y las terapias biológicas pueden ser opciones efectivas para casos más severos.
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Especialistas enfatizan la importancia de un enfoque integral que no solo se enfoque en tratar los síntomas sino también identificar y evitar los desencadenantes, como ciertos alimentos, alérgenos ambientales y estrés. Una buena rutina de cuidado de la piel, que incluya la hidratación regular, también es fundamental.