Esa es la pregunta lógica que mucha gente se haría si observaran, como yo lo estoy haciendo en este momento con asombro y agradecimiento, a miles de personas de todas partes del mundo, mochila en espalda, palos en ambas manos, caminando llanos, cuestas y bajadas, distancias enormes, para llegar a Santiago de Compostela.
La contestación nos obliga a remontarnos a la época en que el apóstol Santiago, de muy fuerte carácter según se dice, era discípulo de Jesús. Su apostolado lo lleva a tierras de la Península Ibérica, en particular a Galicia, para luego regresar a Palestina en el año 44. Allá el rey Herodes Agripa ordena su muerte siendo el primer apóstol en morir por su fe cristiana. Entonces, dos de sus discípulos trasladan el cadáver y luego de una larga travesía a las tierras donde ejerció su apostolado, es enterrado en secreto en tierras gallegas ya que la reina Lupa, que gobernaba esas tierras, era pagana.
Transcurren ocho siglos antes de que un ermitaño, de nombre Pelayo, descubriera la tumba del apóstol en el año 823. Ante tal acontecimiento, el Rey Alfonso II se traslada a Galicia para ser testigo de ese hecho y se convierte así en el primer peregrino de la historia. El monarca ordena construir un templo que pueda albergar a otros monarcas cristianos que quieran visitar la tumba. Ese fue el comienzo de lo que es hoy la catedral de Santiago de Compostela y, como consecuencia, a la hermosa ciudad a la que llegan todos los peregrinos que hacen el legendario camino.
¿Y qué buscan esos miles de peregrinos, que sobrepasarán el medio millón este año, al hacer el Camino? Hay una palabra que los arropa a todos: BIENESTAR.
Quienes lo hacen por motivos estrictamente religiosos buscan el bienestar espiritual. Hay quienes lo hacen para desconectarse del ajetreo diario y con el caminar y el contacto con la naturaleza obtienen un bienestar mental y emocional. También hay quien lo toma como un reto físico y al culminar el camino experimenta el bienestar que nos da el superar una dura prueba. Lo cierto es que, para la inmensa mayoría de las personas, y créanme, lo he visto realizado en más de 400 peregrinos que hemos traído al Camino, es un bienestar total: físico, mental, emocional y espiritual. Esa sensación holística de bienestar es, como dije al principio, el factor común de las historias que les iré contando en próximos escritos.
Agradezco a BeHealth, y me uno a ellos, en proporcionar BIENESTAR a la población puertorriqueña.