La dismorfia de Zoom es un fenómeno psicológico que ha surgido en el contexto de la era digital y la prevalencia de las videoconferencias en línea, especialmente durante la pandemia de COVID-19. Este término se refiere a la preocupación excesiva y la percepción distorsionada que algunas personas tienen sobre su apariencia física al observarse en videollamadas.
La naturaleza de la dismorfia de Zoom está estrechamente relacionada con la exposición constante a la propia imagen en pantalla durante reuniones virtuales. A medida que las personas pasan más tiempo participando en videollamadas, comienzan a prestar más atención a detalles que pueden percibir como defectos físicos, como arrugas, líneas de expresión, textura de la piel o características faciales.
Este fenómeno ha cobrado relevancia debido al aumento del uso de plataformas de videoconferencias como Zoom, Skype, Teams y otras, que han facilitado la comunicación y el trabajo remoto durante la pandemia. Sin embargo, también han traído consigo una nueva forma de evaluación y juicio personal basada en la imagen que proyectamos a través de la pantalla.
Cuando esta imagen se ve a través de una cámara durante un período prolongado, pueden surgir tres fases distintas:
1. Filtro de la imagen propia: En esta etapa, empezamos a notar detalles que antes apenas percibíamos, como un granito, párpados ligeramente caídos, o una arruguita que antes pasaba desapercibida.
2. Magnificación del rasgo negativo: El siguiente paso implica que el rasgo identificado se magnifica en nuestra percepción. Por ejemplo, la papada que apenas notábamos ahora parece enorme, las orejas ligeramente salientes pueden parecernos grotescas, y un granito puede convertirse en lo único que vemos al mirarnos al espejo.
3. Generalización: Finalmente, la preocupación por un único rasgo se extiende a una visión más generalizada de nosotros mismos. Ya no se trata solo de ese rasgo específico, sino que empezamos a percibirnos de manera global bajo la influencia de ese rasgo negativo magnificado, como si nuestro rostro entero se redujera a unos ojos con bolsas, nuestra nariz prominente definiera todo nuestro aspecto, o incluso llegáramos a sentirnos como si fuéramos una persona mayor de lo que realmente somos.
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Consecuencias en la salud mental
La dismorfia de Zoom puede tener consecuencias significativas en la salud mental de quienes la experimentan. La obsesión por la apariencia en videollamadas puede generar ansiedad, baja autoestima, sentimientos de vergüenza e incluso depresión. La constante comparación con la apariencia de otras personas en pantalla o con estándares de belleza idealizados puede aumentar la insatisfacción corporal y la percepción de imperfección.
Es importante destacar que la dismorfia de Zoom no afecta únicamente a un género o grupo específico, sino que puede manifestarse en personas de diferentes edades, géneros y contextos socioeconómicos. Además, refleja la influencia cada vez mayor de la tecnología y las redes sociales en nuestra percepción de la imagen corporal y la autoimagen.
Abordaje y recomendaciones
Para abordar la dismorfia de Zoom y sus efectos negativos, es fundamental promover una cultura de aceptación y autoaceptación. Esto implica valorar la diversidad de cuerpos y reconocer la belleza en todas sus formas, fomentando una relación más saludable con la imagen propia y ajena en entornos virtuales. Asimismo, se recomienda buscar apoyo profesional si la preocupación por la apariencia en videollamadas tiene un impacto significativo en la calidad de vida y el bienestar emocional de una persona.
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