Mariangely Lebrón, trabajadora social afiliada al colegio de trabajadores sociales y miembro activo de una comisión dedicada a atender las necesidades específicas de jubilados, nos ofreció recientemente en entrevista exclusiva una perspectiva valiosa sobre un tema de creciente relevancia: la soledad y el aislamiento social en la vejez.
Según Lebrón, «la soledad, en términos generales, puede manifestarse como una sensación de tristeza o melancolía debido a la falta o ausencia de compañía, ya sea familiar o comunitaria». Este sentimiento, no limitado a la esfera individual, puede extenderse a lo social, percibiéndose como una forma de marginación en diversos contextos, desde la comunidad hasta el ámbito laboral.
El proceso de retiro y jubilación, marcado por un cambio significativo en la vida, nos introduce en la tercera edad, donde enfrentamos pérdidas consecutivas, desde familiares hasta la interacción diaria con vecinos.
Lebrón destaca que «abordar activamente este desafío implica buscar nuevas formas de conexión social, participar en actividades comunitarias y valorar las relaciones que aún perduran».
La peligrosidad del aislamiento se intensifica al buscar alternativas sin el respaldo de recursos profesionales, especialmente en un contexto agravado por la pandemia. Este aislamiento inconsciente ha aumentado considerablemente en la población mayor, incrementando el riesgo de problemas de salud mental. Como advierte Lebrón, «es imperativo reconocer la importancia de mantener un equilibrio social saludable en la etapa de la jubilación».
«Promover espacios de ventilación donde la persona pueda sentirse acompañada es clave», sugiere Lebrón. Es crucial reconocer que la entrada en la jubilación y la vejez no implica la pérdida de capacidades, sino que se busca fomentar la autonomía.
Por ello, se propone la creación de centros o clubes donde las personas mayores puedan compartir experiencias con individuos de su misma edad, promoviendo así el intercambio y la construcción de nuevas conexiones significativas.
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La interacción intergeneracional se presenta como otra estrategia crucial. «La colaboración entre personas mayores y jóvenes en actividades comunes enriquecería las experiencias de ambas generaciones y contribuiría a abordar el riesgo de aislamiento en el país», agrega Lebrón. La creación de programas que fomenten esta interacción puede ser beneficioso tanto para las personas mayores como para las generaciones más jóvenes.
En cuanto al acceso a actividades, especialmente para aquellos que carecen de transporte, se destaca la importancia de facilitar la movilidad para reducir la necesidad de permanecer en casa. Esta medida contribuiría significativamente a mitigar el aislamiento y la soledad. Lebrón destaca que «es esencial trabajar en la promoción de métodos de transporte accesibles para las personas mayores que podrían no tener vehículos».
En el contexto de Puerto Rico, que enfrenta un envejecimiento de la población, Lebrón advierte que «es crucial prepararse y desarrollar estrategias de manejo adecuadas para garantizar el bienestar de esta población». La participación activa de familiares y la comunidad desempeñan un papel crucial en este proceso. «Una simple llamada telefónica para preguntar cómo están y ofrecer ayuda puede marcar la diferencia», destaca.
«Los espacios de ventilación y comunicación son esenciales», subraya Lebrón. Fomentar el autocuidado se convierte en una pieza fundamental. «Incentivar la práctica de algún deporte, caminatas en la comunidad con vecinos o hijos, e incluso participación en actividades espirituales son estrategias valiosas», agrega. Estas acciones no solo promueven la salud física sino que también contribuyen a mantener el interés y la motivación durante la jubilación.
Lebrón recalca que «la autonomía no disminuye al llegar a los 60 o 65 años y retirarse. Por el contrario, esta etapa de la vida ofrece oportunidades para explorar nuevos roles y contribuir a la comunidad». Cada individuo, al acercarse al retiro, debe ser alentado a personalizar su transición. «La idea es que todos puedan establecer y disfrutar de una etapa de retiro que se ajuste a sus necesidades y aspiraciones personales».
Importancia del apoyo emocional
En cuanto a la importancia del apoyo emocional, Lebrón enfatiza que «una llamada telefónica puede ser parte integral del autocuidado». La participación activa de la comunidad, ya sea mediante visitas, llevar provisiones o simplemente compartir una taza de café, contribuye significativamente a mitigar el aislamiento y promover la conexión social.
La terapia psicológica emerge como una herramienta fundamental, especialmente para aquellos adultos mayores que se encuentran en las etapas previas al retiro. «Este periodo implica una pérdida significativa, equiparable a un duelo», señala Lebrón. Trabajar en la aceptación de los cambios que conlleva la jubilación y gestionar emocionalmente estas pérdidas facilita una transición más suave y una adaptación más saludable a la vida postlaboral.
Abordar la soledad y el aislamiento social en la vejez requiere un enfoque integral que incluya la promoción de conexiones sociales, la participación activa en la comunidad, el acceso a actividades y la atención a la salud mental. La anticipación y preparación para el retiro, junto con el apoyo continuo de la familia y la comunidad, son elementos clave para garantizar un envejecimiento saludable y conectado.
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