¿Se acuerdan de nuestro periodo a oscuras después del huracán María? Como olvidarlo. Se estima que el promedio de tiempo que en términos generales estuvimos sin servicio de energía eléctrica fue entre tres a tres meses y medio. Claro, hubo casos en que la luz tardó en regresar mucho más que eso y otros, a los que les llegó bastante rápido generalmente porque vivían en lugares cercanos a hospitales o a instalaciones que era necesario activar con urgencia a raíz de la emergencia.
Lo interesante fue que la mayoría de esos bendecidos a quienes se les iban “iluminando” las casas a dos o tres semanas del huracán, se quedaban calladitos. No se lo decían a nadie o se limitaban a los más cercanos. Una de mis hermanas fue de las agraciadas por vivir al lado de un hospital. Recuerdo cuando me llamó a decírmelo en secreto. “Pero no se lo digas a nadie, porque me da pena que otra gente no tenga.” Yo los llamaba “los abochornaos de María”.
Pues la pandemia nos ha traído a otra cepa de “abochornaos”. En esta ocasión son “los abochornaos del COVID”. De repente desaparecen, no contestan llamadas o textos. Y después de un tiempo, si los interrogas de la forma correcta, te lo confiesan: tuvieron COVID. Y te lo dicen con miedo, como si de ahora en adelante nadie se les fuera a acercar. Como me dijo una amiga recientemente, “para algunas personas el haber tenido COVID es como estar padeciendo de una enfermedad de transmisión sexual.” ¿En serio?
Total, si ya te dio, sabes que estás inmunizado por lo menos por tres meses más. Puede bajarte el nivel de ansiedad por un tiempo y deambular por las calles libre de mascarilla. Yo admito que soy bien curiosa y le pregunto a la gente. Me encanta ver las reacciones cuando escuchan el “¿Y a ti te dio?” La mayoría de los que sí lo han tenido te lo dicen bajito. Aunque de vez en cuando te sorprende el que lo grita a viva voz y te sale con un “Sí, en casa le dio a todo el mundo” o “No, y espero que nunca me dé.” A lo que yo le sigo con un “Yo creo que con esta cepa nos va a dar a todos en algún momento.” Y entonces me miran mal.
No me malentiendan, ustedes saben que yo siempre soy optimista. Pero me considero una “optimista saludable”. ¿Qué quiere decir eso? Que estoy clara y consciente de la realidad dentro de la cual me muevo. Tengo los pies en la tierra, pero también la cabeza en el cielo. He conocido casos de COVID desde que comenzó la pandemia, pero nunca como ahora. Como bien decía el “meme” que compartí hace unos días “Si no tienes un amigo con COVID hoy es que no tienes amigos». La gente está cayendo como moscas. Y reconozco que va a llegar un momento en que si a mí no me da, yo voy a ser la “abochorná” que no me voy a atrever a decirlo.
Pero por el momento voy a continuar viviendo consciente de mi realidad, pero tampoco permitiendo que el Ómicron me vuelva paranoica e histérica. Además de tener mis dos vacunas y “booster”, continuaré con mi rutina, la misma que he practicado por los últimos veintidós meses: mascarilla cada vez que entre a un lugar (ahora la N95 porsiaca); Vitaminas C y D (ahora el doble también porsiaca); uso de enjuagador bucal en la mañana y en la noche (ahora a veces durante el día); “shot” de solución nasal salina en las noches (ahora también en las mañanas); y, por supuesto, Vicks dentro y debajo de la nariz todas las noches (menos mal que duermo sola). Y vamos a ver que pasa. Seguimos informando.