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Lecciones de un día de spa

Organizando la oficina en casa me encontré con un certificado de regalo que me habían obsequiado hacía más de tres años. Era para un servicio de “spa” que incluía un facial, manicura y pedicura. Y para mi sorpresa, todavía estaba vigente. Así que rápidamente llamé e hice la cita. Hacía mucho tiempo que no me daba una limpieza facial profunda y me regalaba la oportunidad de tomar unas horas para mí, para relajarme y sentirme mimada.  

Ya sentada en el “trono” de la pedicura, después de más de una hora entre el sauna y el facial, la pedicurista me estaba dando un rico masaje en los pies cuando cerré los ojos y respiré profundo. Me conecté con mi cuerpo, con mi respiración, con las sensaciones que estaba sintiendo, y me sentí profundamente relajada. Por poco me duermo, pero la voz de la muchacha me devolvió a la realidad: “Perdona que interrumpa tu momento ‘zen’“, me dijo. Quería  preguntarme algo acerca del color que había escogido para las uñas. Yo le respondí y añadí que lo mejor de la experiencia estaba siendo el haberme desconectado del celular, el cual había dejado en el “locker” tan pronto entré al spa.  

La respuesta de la muchacha fue “Pues quiero que sepas que tú eres de las pocas clientas que he atendido que sueltan el celular mientras están aquí”. Y procedió a narrarme algunas de sus extrañas experiencias. La que más me impactó fue la de la clienta que se hizo un facial con la laptop encima. Acostada en la camilla, trabajaba mientras le hacían una limpieza profunda e hidratación. ¿En serio? También me contó de las que se dan faciales y hasta masajes chateando en los celulares, hablando o jugando jueguitos. “¿Y ustedes no les dicen nada?” le pregunté. “Les sugerimos que deben desconectarse para poder relajarse, pero no puedes obligarlas,” me respondió.  

La conversación me recordó ese proverbio “zen” que dice que “Cuando comas, come. Cuando camines, camina. Cuando te sientes en calma, siéntate en calma.” Y a ese le podemos añadir, “cuando te vas a hacer un facial o un masaje, procura estar presente en el proceso y suelta el trapo de celular.” Este proverbio describe la base del “mindfulness”, esa capacidad de vivir en el momento presente, enfocándonos en la persona con la cual estamos compartiendo, o la experiencia que estamos viviendo. Pero qué difícil se nos hace soltar la tendencia al “multitasking”.

Y no quisiera sonar como que soy más papista que el papa. Mi celular es mi oficina ambulante.No crean que dejarlo en el “locker” fue decisión fácil. ¿Y si el equipo de BeHealth necesitaba confirmación de una fecha para una entrevista?  ¿Y si alguien llamaba para pedirme cotización para una charla? Y el más dramático de todos, por supuesto ¿y si le pasaba algo a alguien de mi familia? Y la respuesta mental fue “Todo puede esperar, este espacio es para ti, tienes que practicar lo que predicas”.  No me podría imaginar estar recibiendo un facial mientras texteo o “wasapeo” contestando llamadas. No solo estoy anulando el propósito de un momento relajante, sino también faltándole el respeto a la persona que me está dando el servicio.  

Estamos más conscientes de la necesidad que tienen nuestros cuerpos de descansar que de la que tienen nuestras mentes. Y lo cierto es que todo comienza y termina en la mente. Tal vez puedes dar el primer paso desconectándote del celular en intervalos pequeños de tiempo, como cuando estás en la hora de almuerzo o cena. Es común que cuando estamos haciendo fila o esperando en algún lugar, por ejemplo, la primera reacción sea agarrar el celular y leer o jugar mientras esperamos. Yo misma tiendo a hacerlo. Pero estoy consciente de eso y busco ponerlo de vuelta en la cartera y dedicarme a observar lo que tengo alrededor. De esos momentos han surgido conversaciones bien interesantes con personas esperando conmigo, y de ahí han nacido algunas de mis mejores columnas a través de los años. Si hubiese estado pegada al celular estos encuentros nunca se hubiesen dado.   No siempre tenemos la oportunidad de tomarnos unas horas de total relajación. Pero siempre podemos integrar momentos de relajación dentro de nuestras cargadas agendas. Desconéctate, respira y date el permiso para dejar que tu mente descanse.  Es un primer paso hacia conocernos mejor y alcanzar mayor balance y bienestar.

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